La Gracia de Dios es sobrenatural, es divina; no podremos ser llenos de Gracia sin la revelación de su magnitud, por Su Espíritu, de la misma manera en que no podremos tener salud “divina” si no la obtenemos de la revelación de lo que la llaga de Jesús nos compró.
La única manera de establecernos en esta Gracia es por la fe en Jesucristo y su trabajo consumado en la Cruz. No podemos recibir Gracia de nadie más que de Jesús, ni por ningún otro medio fuera de su Palabra. Él es el dador de la Gracia:
Las cartas de Pedro comienzan:
Que la gracia y la paz les sean multiplicadas a ustedes. 1 Pedro 1:2;
…..en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor 2 Pedro 1:1-2
Una de las cartas de Juan nos dice:
La gracia, la misericordia, y la paz estarán con nosotros, de Dios el Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y amor. 2 Juan 1:3
Excepto por la epístola a los Hebreos, quienes tuvieron problema para recibir la Gracia de Dios, debido a la Ley que guardaban (o al menos eso creían), todas las cartas de Pablo comienzan con una variación de:
Gracia y paz para ustedes de parte de nuestro Padre y del Señor Jesucristo, de nuestro Dios y de Jesús. (1 Cor. 1:3, 2 Cor. 1:2; Gal. 1:3; Ef. 1:2; Fil 1:2; Col 1:2; 1 Tes 1:1; 2 Tes. 1:2; 1 Tim 1:2; 2 Tim 1:2; Tito 1:4; Fil. 1:3)
con la excepción de la Epístola a los Romanos, la cual declara que
…por medio de El que hemos recibido la gracia y el apostolado para promover la obediencia a la fe entre todos los Gentiles Rom 1:5
A lo largo de toda la Escritura escuchamos esta palabra “Gracia”, de cuyo significado sólo tenemos una ligera idea, al no poder comprenderla con nuestra mente finita, reduciéndola a un sustantivo ritualístico hueco; mas aquí leimos que la Gracia nos ayuda a “promover la obediencia a la fe“, (no a la Ley) lo cual la hace de vital importancia, si consideramos que es esta obediencia a la fe la que nos conduce a la bendición,
El Apóstol Juan nos instruye cual es esta obediencia a la fe:
Que creamos en el que Dios envió – en Jesucristo. (Juan 6:29, Rom. 6:17).
Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, segun la revelación del misterio encubierto desde tiempos eternos, mas manifestado ahora, y por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, declarado á todas las gentes para que obedezcan á la fe;
¿Cual crees que sea este misterio encubierto? ¡La Gracia de Dios! Esto refuta el argumento de que la Gracia nos ayuda a obedecer la Ley.
Este creer no es conocimiento intelectual o informativo, pues la Biblia dice que los demonios también creen, y aun tiemblan (Santiago 2:19); Este creer es en el corazón, creyendo la Palabra de Cristo. Este creer en Jesús significa escuchar al Jesús resucitado, quien nos habla a través de las Cartas de los Apóstoles y creerle.
Estas cartas no nos invitan a creer en los Apóstoles, pues aunque ellos hicieron muchas señales y maravillas por el poder del Espíritu Santo, esto fue para que la gente conociera a Jesús y exaltara su Nombre Todopoderoso y no a los que hacían los milagros en Su Nombre. Todos estos hombres solo apuntaron al Varón perfecto y a nadie más. Ellos recibieron abundancia de Gracia y creyeron en Jesucristo, lo cual los hizo “Santos”, – apartados para la obediencia de la fe.
El hecho de que alguien sea Santo no lo hace perfecto ante los hombres, mas si lo hace perfecto ante Dios, pues es la Perfecta Sangre de Cristo la que santifica, mas no los convierte en dioses o intercesores. No existe otro intercesor más que Jesucristo, y su trabajo de intercesión no consiste en convencer a Dios a nuestro favor; Su misma presencia a la diestra del Padre lo ha convencido a nuestro favor, pues Jesucristo nos tiene sentados junto con El.
Cuando creemos en el que Él envió – Jesús, y oramos a nuestro Padre en el Nombre de su Hijo, el nombre que es sobre todo Nombre, le damos el vehículo para hacernos llegar su Gracia donde nos falte. No existe otra manera de recibir su Gracia mas que creyendo en Jesucristo.
Ya vimos lo que Dios le habló a Pedro cuando quiso construir tabernáculos para Moisés y Elías. Ahora veamos lo siguiente:
Cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió a recibirlo, y postrándose a sus pies, lo adoró. Pero Pedro lo levantó, diciendo: “Ponte de pie; yo también soy hombre Hechos. 10:25-26
Fue también Pedro quien dijo:
“En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.” Hechos 4:12
A Pedro le quedó bien claro, y es necesario que a nosotros nos quede bien claro, pues Pablo nos dice DOS VECES que si aún un ángel del cielo nos anunciara un evangelio diferente: un camino diferente, un salvador diferente, un intercesor diferente, “sea anatema” – ¡sea maldición! (Gal 1:9)
Fue Jesús quien nos salvó de la muerte eterna al darle nueva vida a nuestro Espíritu y ya nada podrá separarnos de su amor; por tanto, dejemos que esta obediencia de la fe, a través de su Palabra – por su Espíritu, produzca la salvación de nuestra alma (pensamientos, emociones, deseos, sentimientos), de nuestro cuerpo, de nuestras finanzas, de nuestra familia, de nuestra vida entera y sea que Cristo regrese pronto, como las señales parecen indicar o que se tarde, lleguemos a su trono restaurados, como un testimonio de su gloria.
Y el Dios de paz aplastará pronto a Satanás debajo de los pies de ustedes. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con ustedes. Rom. 16:20