La semana pasada te invité a creer sin temor que las bendiciones de Dios son tuyas, no simplemente por desearte “Buena Suerte” o para que pienses “positivamente” como se acostumbra, sino para que estés seguro de que lo que crees no es fantasía, – es tu derecho comprado por Jesús por sangre y recibido por ti por Gracia, quiere decir: “como favor inmerecido”, a través de la fe; por tanto quiero animarte a seguir soñando, pues si has nacido de nuevo, ahora tus sueños han sido puestos por el Espíritu que hoy vive en ti, porque Tu Padre quiere hacerlos realidad conforme tu te deleitas EN EL (Salmo 37:4). El lo hará o te dirá como hacerlo en su tiempo
Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención (Fil. 2:13) NBLH
…Para su buena voluntad RVA
….para su buen placer NASB
Habrá quien te llame arrogante o presuntuoso por creer que estas bendiciones son tu derecho, o al ver tu seguridad de lo que esperas, pues ellos creen que están siendo humildes al negarlo o rechazarlo. Sin embargo, al terminar la semana quise direccionarte a no ver la bendición como la medida de tu fe, o mucho menos como la medida de Su Gracia, en lo cual corremos el riesgo de caer cuando contemplamos la bendición o “el éxito” de los demás o cuando nuestro enfoque es la bendición y no Jesús.
Dicho lo anterior, sabrás que el propósito de este mensaje no es “impedir que vueles muy alto para que la caída no te duela tanto” sino al contrario, tiene el propósito de que tu gozo y tu paz no se vean afectados, vueles o no vueles.
Hablábamos del sistema de metas y logros que el mundo juega. El Pastor Bertie Brits, quien transmite su programa de radio y televisión “The Love Way” desde Sudafrica, cuyo ministerio ha sobrevivido ese tipo de desaliento, lo describe de esta manera:
“Debido a estas metas que fijamos para nosotros mismos, este sistema se ha convertido en la medida de nuestro éxito y el de los demás, y al contemplar el éxito de otros, comenzamos a tropezar en nuestra relación con Dios sin poder ver la victoria a la cual Dios nos ha traído, de manera que al usar una cinta de medir “obsoleta”, o una definición errónea de “la victoria”, vas a caminar con ese sentimiento de derrota pues siempre habrá alguien que haya alcanzado aquella meta que tu crees o que el mundo cree que es “la meta de una vida bendecida”
1 Tim. 6:6-10 nos da luz acerca de este sistema de metas y esfuerzo humano:
Pero la piedad (del griego ”eusebia = reverencia o respeto), en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores
En este versículo, la meta era el dinero, de lo cual hablamos un poco en nuestro estudio de la prosperidad, mas en la mayoría de los casos puede ser otro tipo de amor: el amor a la fama, a la atención y el reconocimiento, al poder, a la diversión, al control, a “la propia belleza”, a “los propios talentos”, o cualquier fragilidad humana que se vuelve nuestro motor o motivación de vivir y que nos impedirán ver la victoria que ya nos ha sido dada en el momento en que creímos el Evangelio.
Si de verdad crees que lo que crees es la verdad y miras a tu alrededor te darás cuenta que no todos tienen la victoria que tu tienes, pues los que no han creído por muy prósperos que se vean aun están muertos y tu estas vivo. Ellos no creen en un padre que les supla, ellos tienen que usar su ingenio y sus artimañas para poder sobrevivir, tu tienes un Padre que te ama y que te suple lo que necesites sin añadir labor dolorosa con ello. Ellos viven de la identidad que ellos compraron de aquellos en quienes creyeron, tu vives de la identidad que te fue comprada por aquel en quien has creído con su Sangre inocente y perfecta, ellos no pueden comprar la vestidura o la cubierta que te fue puesta, o la fundación de plata fina en la que fuiste colocado, pues la cubierta de ellos aun es de hojas de higuera y su cimiento es de arena movediza. Sin embargo, todo este conocimiento en tu cabeza no va a ser superior a lo que tu corazón realmente crea, cuando Jesús o la Gracia solo signifiquen el medio para obtener nuestras metas y no la meta misma.
Cuando caemos en esta posición, este amor o amores competirán con el amor de Dios, y la Palabra nos dice que nos torturaran con muchos dolores. pues cuando lleguemos a la meta, la cual nada tiene que ver con la meta a la que Pablo llegó, vamos a fijar una nueva meta y de esta manera viviremos corriendo como una rata enjaulada corre en su rueda sin jamas poder decir “Consumado es”, y aun llegaremos a condicionar el amor de Dios en proporción a SU desempeño en nuestra vida basado en nuestra propia versión del éxito; si lo alcanzamos, “El esta con nosotros”, si no lo alcanzamos “donde estas Señor?”
¿Quieres saber cual es la meta correcta? Regresa el jueves.
Shalom