Mentiras que Creemos

Continuando con el tema de la sexualidad,  me gustaría compartir un par de casos de la vida real, con el anhelo de ministrar libertad y  sanidad.

El primero de estos es  el de un tío amado.    Desde pequeña, mi gran amor, admiración y aun “adoración” por él fueron grandes, por ser el tan lindo, amoroso, juguetón, bromista, y divertido; él me enseño  a bailar a la edad de 4 años y me dejaba escuchar sus “discos de vinyl” hasta rayarlos.  Mi amor por el baile y a la música en inglés surgió de mi tiempo  con él y aun mi amor por este idioma surgió de ahí. No hubo un momento de mi niñez en el que él no estuviera presente y todas mis memorias hermosas de mi infancia estuvieron al lado de él.

No obstante, durante mi adolescencia, siendo él 9 años mayor que yo, su compañía se convirtió en algo por lo que yo tendría que competir; su obsesión por ser mas delgado (siendo que lo era) nos contagió a todas las mujeres de su casa, a quienes jalaba en todo lo que hacia, incluyendo sus muchas dietas, prefiriendo siempre a la mas delgada de nosotras;  él nos decía como debía verse la mujer perfecta, que para él era alguien similar a una Miss Universo  de nuestros días y ninguna de nosotras nos veíamos así,  por lo que supongo que no  debí haber sido la única mujer de su familia con sentimientos de inadecuacidad y problemas de  auto-imagen.

Recuerdo que cuando mi tío y su mejor amigo aceptaron poner la  coreografía para mi baile de quinceañera,  ese fue el  “favor inmerecido” que me dio  una fiesta inolvidable, durante la cual mi tío bailó con la hermana de su amigo  (por quien yo suspiraba en secreto),  mientras éste bailaba con su novia.

A lo largo del tiempo, ese amigo desapareció de nuestros paseos y funciones familiares y  la competencia por ser del agrado de sus continuos amigos varones, a quienes traía a casa para ‘conocer a sus sobrinas’, comenzó entre nosotras, siendo una de mis primas la preferida de varios de ellos, por lo que yo me creía fea y fracasada, pues no podía yo  atraer a ninguno de ellos,  culpándo por ello a  mi baja estatura, de quien todos hacían burla,  o a mi ‘peso excesivo’, mi nariz, mi piel imperfecta, mi timidez, mi  inseguridad, mi cabello, etc., por el rechazo  de ellos.

Curiosamente, este mismo tío fue quien usando su habilidad para hacer amigos, me introdujo con el que sería mi primer esposo, cuyo amor (antes de conocer el amor de Dios)  me ayudó a   superar mis sentimientos de rechazo, aunque aquel esposo no viviría mucho.

El tiempo y la distancia nos separaron a mi tío y a mi por caminos y vidas diferentes, mas nunca dejé de extrañarlo y mucho menos  de amarlo. La última vez que me visitó en mi casa,  el repentino pensamiento de algún día sufrir su muerte surgió en mi mente  sin saber que ese momento estaba cercano, y siendo ya adulta, el recuerdo de sus  muchos amigos me hizo cuestionar su soltería, siendo un hombre tan maravilloso ante mis ojos, de lo cual tampoco imaginaba que no estaba tan equivocada.

Fue poco antes de morir de sida, cuando él decidió compartir con mi madre acerca de su repetida violación en manos de sus conocidos vecinos, a la edad de 6 años;  habiendo vivido él mismo una vida de temor y violencia en su propio hogar,  no encontró la ayuda que necesitó para superar sus sentimientos de horror, culpa, vergüenza, rechazo,  desesperación, etc., que lo llevaron  a adoptar en su adolescencia una vida oculta de promiscuidad,  mentira,  traición,  abandono y tormento, solo por haber creído una mentira  acerca de si mismo, por causa de una experiencia de la cual él no fue responsable.

El dolor de su partida se convirtió en enojo al conocer lo que el habría  sufrido,  al mismo tiempo,  con el paso del tiempo, esta revelación se ha ido convirtiendo en libertad de aquello que yo misma creí acerca de mi misma  a través de su influencia.  Sus alusiones a la mujer perfecta no significaban que él buscara encontrar alguna, sino que él deseaba verse como una de ellas, lo cual era imposible, pues un varón, por muy delgado que sea, no puede tener una cintura femenina.

Toda esa distorsión en su auto imagen se convirtió en la distorsión de mi auto imagen  y quizá de todas  sus sobrinas alrededor de él  y finalmente comprendí que el hecho de que ninguno de sus amigos se hubiera fijado en mi, nada tuvo que ver con lo que yo creía acerca de mi persona, sino con lo que ellos aceptaron creer acerca de la suya,  cuya preferencia  desde luego, no éramos las mujeres.   El favoritismo de sus amigos por mi prima era solo su manera de esconder su homosexualidad  de sus padres y de toda su familia, y para lograrlo, nos ‘utilizó’ a aquellas que mas lo amábamos.

Regresa para el glorioso desenlace de esta historia, el próximo viernes.

Shalom y Gracia en Abundancia.

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