Pero yo digo, ¿acaso nunca han oído? Ciertamente que sí:
“Por toda la tierra ha salido su voz, y hasta los confines del mundo sus palabras.” Rom. 10:18
Seguiremos comiendo de este tercer sándwich espiritual contenido entre Romanos 9 y 11, el cual habla de cómo el pueblo de Israel rechazó a su Mesías, destinado desde un principio PARA ELLOS. Así lo declaró el mismo Jesús cuando la mujer sirofenicia vino a Él desesperada, buscando liberación para su hijita y haciéndose pasar por judía le llamó: “Hijo de David”, término usado comúnmente entre judíos; más Él, sabiendo quien era ella desde la eternidad, no le contestó nada y cuando sus discípulos le pidieron que la atendiera, Él les dijo:
“No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” Mat. 15:24
Más cuando ella le dijo: “Señor, ayúdame”, lleno de compasión no pudo ignorarla más y le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perrillos” (Mat.15:26), haciéndole saber con ello que con Él no tenía que pretender ser alguien que no era.
Así es amado, nosotros los gentiles éramos considerados perrillos, pues los hijos de Israel siempre serán hijos, independientemente si sean rebeldes o no; si un padre humano no desecha a sus hijos por ser rebeldes, mucho menos lo hará el Dios de misericordia con sus hijos.
Esa mujer pertenecía a una tribu de la tierra de Canaán, lugar de donde Dios hizo salir a Abraham, para siglos después dárselo a sus hijos, los hijos DE LA PROMESA (Gen 17:8; Psalm 105:11), no por que ellos caminaran en rectitud, sino por la maldad de esas tribus (Deut. 9:5), porque ellos adoraban otros dioses, como Baal. Más esta mujer no fue a buscar justicia o equidad como lo haríamos en nuestros tiempos, ni la restitución de su tierra, ni a buscar venganza, ella fue a obtener la Gracia que vio en Jesús desde lejos, aun sin caminar junto a Él y aún perteneciendo a ese pueblo “indigno”, lo estaba reconociendo como su Señor (Mat.15:27), cuando quizá sus mismos discípulos aun no lo habían hecho.
Su fe conmovió tanto a Jesús que Él la honró públicamente:
“Oh mujer, GRANDE es tu fe; que te suceda COMO DESEAS.” Y su hija quedó sana desde aquel momento. Mat. 15:28
Así sucedió con la mujer samaritana, quien pertenecía a otra tribu con la que los judíos no tenían tratos (Juan 4:9), mucho menos entre hombre y mujer; mas Jesús “tenía que pasar por Samaria” (Juan 4:4) y la esperó con paciencia, sabiendo que acudiría a la hora en que nadie más acudiría, cuando el sol brillaba más fuerte y en pleno medio día expuso la vida de esta mujer a Su luz intensa, para hacerle saber que aun sabiendo todo acerca de ella, la amaba tanto que desvió su camino a esa hora precisa para encontrarla a solas y darle de beber el agua que ella había estado buscando toda su vida en los lugares equivocados.
Esta mujer, al probar de esa agua, dejó de estar consciente de pecado y se volvió “consciente de Jesús”, olvidándose de todo, aún de recoger el agua del pozo y corriendo a declarar Las Buenas Noticias, muchos en Samaria conocieron a Jesús y creyeron en Él; tristemente, no sucedió así con el pueblo de Israel.
¿Por qué entonces no escogió Dios a Samaria o a Canaán como su pueblo?
No sólo porque Dios le había dado su promesa a Abraham, basado en el simple hecho de que Abraham creyó en Él (Rom. 4:13-17), sino porque era un pueblo que provino absolutamente de Su poder y Su Gracia y no de la fuerza de Abraham o de Sarah (Heb. 11:11-12; Rom. 4:18-19), porque a Dios le plació magnificarse delante del mundo entero de esta forma, para que conociéramos que Él no necesita nuestra fuerza, habilidad o benignidad para ganarnos su Amor y su Favor, sino ¡solo creer en Él! ¿Por qué? Porque de esta manera demuestra que Él es el único bueno, el único fiel, el único verdadero, pues Él es el único en el que se encuentra la vida y Él quería que nosotros también obtuviéramos esa vida.
La Buena Noticia es que Él no nos considera más perillos, sino que también a nosotros y a todo aquel que le reciba, nos ha dado el derecho de ser hechos “Hijos de Dios“(Juan 1:12).
Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el PODER DE DIOS para la salvación de TODO el que creé, del JUDIO PRIMERAMENTE y también del Griego. Rom. 1:16
Shalom