Si leíste mi mensaje anterior, pensarás: “Si nuestra maldad no cuenta en el Nuevo Testamento, entonces ¿quiere decir que podemos hacer todo tipo de maldad? ¡Absolutamente no! De ninguna manera te animo a que practiques la maldad, ese no sería el evangelio de Gracia. Bajo la Gracia, el pecado no se apoderará de nosotros (Rom. 6:14)
El que practica la maldad es precisamente porque no vive bajo la Gracia, ya sea porque no la conoce, no la entiende o no la acepta, o simplemente porque no ha creído en Jesucristo y su Obra Consumada, aun cuando pudiera ser religioso(a), o se esforzara por hacer buenas obras, pagara impuestos, adoptara niños o reciclara. Más las maldades son solo las ramas del árbol, la raíz es la Ley.
Si recuerdas estudios pasados, Pablo llama “estar en la carne”, a vivir bajo la Ley (Gal. 3). La ley se basa en esfuerzo humano y la Biblia dice que la Ley es la fuerza del pecado (1 Cor. 15:56); de ahí, todo tipo de maldades que el hombre comete se originan. Por lo mismo en el Nuevo Testamento es la incredulidad la que nos cuenta como pecado, pues si no es por fe no podemos recibir lo que Cristo ya compró con su Sangre preciosa, y no podremos descansar en su Gracia, por consiguiente, nuestro corazón estará lleno de labores, o inquietudes por tener que vivir como nuestros propios cuidadores, proveedores, etc.
No necesariamente será la Ley de Moisés, sino simplemente la ley que el hombre trae en su consciencia (Rom. 2:15) desde que comió del árbol del “conocimiento del bien y del Mal”; de este conocimiento surgen todas las filosofías y todas las religiones, mas este conocimiento trajo la muerte y por ello Pablo llamó a la Ley “El Ministerio de Muerte Escrito en Piedra (2 Cor. 3:7).
Por lo anterior, nuestro Padre reservó el Árbol de la Vida para aquellos que aceptaran ser sus Hijos; este Árbol es Su Hijo Jesucristo y su obra consumada en la Cruz, por el cual nos fue dado su Santo Espíritu. Estar bajo la Gracia requiere comer de este Árbol y produce frutos del Espíritu, por tanto nuestra maldad que radica en nosotros pierde fuerza. Por eso Dios no acepta nada que venga de la carne, del esfuerzo humano, aun siendo bueno ante nuestros ojos; El solamente acepta los frutos del Árbol de la Vida, los frutos de Su Espíritu. Todo lo que hagas como fruto de Su Espíritu le da la gloria a El.
Si no entiendes de lo que te hablo, visita la sección de la Ley y la Gracia, o la de la Mezcla de Ambas qe encontrarás en el Mapa del Sitio.
En resumen, son aquellos que no viven bajo la Gracia de Dios los que la Biblia llama “impíos”, sin importar su raza o religión, estatus económico, social o intelectual. La Gracia es el Abrigo del Altísimo. Por lo mismo, aquellos que no creen, están sin cobertura:
El que cree en El no es condenado (juzgado); pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito (único) Hijo de Dios. Juan 3:18;
Recordemos como la Sangre del Cordero detuvo la destrucción en las casas de los hebreos en Egipto. Dios dijo que cuando el Ángel de la muerte viera la sangre en la puerta no entraría en esa casa. Esta sangre hoy se encuentra en la puerta del corazón de todos aquellos que han puesto su confianza en Jesucristo y en su sangre salvadora. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El pagó la paga de todos nuestros pecados, Su Sangre es “nuestro recibo”; cuando el “cobrador” decide cobrar a sus deudores, esta deuda no nos será demandada a aquellos que aceptamos la única paga aceptada por Dios por nuestro rescate. Por consiguiente, aquellos que no tengan ese “recibo” no podrán escapar.
Por esta misma razón civilizaciones enteras han sido arrasadas de la tierra, porque en el momento que el diablo trae su destrucción, lo único que puede detenerla es esa Sangre, la cual se obtiene creyendo en el que la derramó, Jesús. Por lo mismo Dios urgía a su pueblo a no adorar otros dioses, pues al dejar de tener su confianza en la Sangre del Cordero, perdían su cobertura. Un simple acto de fe nos evitará lágrimas que Dios no quiere que derramemos. Basta recibir el regalo de redención del Señor Jesús, y vivir consciente de que solo su Sangre nos limpia de todo pecado y nos cubre de toda maldad. Si no lo has recibido, ¿que esperas?
Shalom