Continuamos estudiando el Salmo 91, el cual promete protección para el Hijo de Dios, para aquel que se encuentra escondido en Cristo, la cual necesitaremos mas conforme los días se acercan al regreso del Señor Jesús. La escritura también nos revela que esta protección se activa con nuestra boca. Esto ya lo habíamos aprendido cuando estudiamos la sección de Guerra Espiritual de la Epístola de los Efesios, en la cual comenzamos a descubrir lo que significa ser guiado por Dios.
Esta guiansa es indispensable para poder ser protegidos, pues cómo habrá de librarnos nuestro Padre si nos dice, “¡no vayas por ahí!” y no le escuchamos, no le entendemos, o no le obedecemos. Deseo que las palabras del Pastor Prince que te traduje esta semana te hayan dado más claridad acerca de cómo entender la guiansa del Espíritu Santo, la cual nos confirma principalmente a través de su Paz y no necesariamente con su voz.
La Paz de Dios es algo que Jesús nos heredó, algo permanente, superior a cualquier paz que el mundo ofrece, y debe ser el estado “normal” de la iglesia de Cristo. De hecho, en los Cantares de Salomón, la mujer Sulamita representa a la iglesia. Esto lo sabemos porque Sulamita es el femenino de Salomón, el cual significa “Paz”. La iglesia espera en Paz a su Amado, Jesús, quien la llama “la más hermosa de las mujeres”, y El guardará en perfecta paz a todo aquel cuyo pensamiento en El persevera. (Is. 26:3)
Volviendo a nuestro Salmo 91, el Talmud de los judíos afirma que aquel que lo repita 7 veces, podrá experimentar protección milagrosa. Nosotros que creemos en la Gracia de Dios sabemos que nuestra protección no viene de nuestras vanas repeticiones, sino de nuestra fe en Jesús y en su Obra Consumada. Por lo mismo no necesitamos repetir 7 veces este Salmo para heredar las promesas de su protección; basta con creer que como sus Hijos tenemos acceso inmediato a Él y no necesitaremos añadir nuestro propio esfuerzo a lo que Él ya logro.
Sin embargo, al meditar en las palabras de este Salmo y enviarlas con tu propia boca a que hagan lo que Dios dice que harán en tu vida y la de los tuyos, no podrás evitar que El Espíritu de Fe te invada, pues al ver el corazón lleno de amor de nuestro Padre hacia sus Hijos, en algún momento dado en que necesitemos protección repentina, no dudaremos en recibirla sabiendo que es Su voluntad protegernos a toda hora “Como una Gallina protege a sus polluelos”, (Mat. 23:37)
No es accidente que este Salmo nos dice en el versículo 4 que
Con sus plumas nos cubrirá y bajo sus alas hallaremos refugio.
Escuché hace poco el testimonio de una mujer quien durante un sermón en su iglesia, aprendió acerca de las promesas de protección que se encuentran e el Salmo 91. Camino a su casa, un hombre la acorraló en un callejón obscuro e intentó estrangularla. En medio del terror, su mente sólo pudo recordar la palabra “Plumas” y esto fue lo único que pudo gritar: “Plumas, Plumas…” Solo una palabra fue necesaria para activar su fe y para ver a aquel hombre huir despavorido, para sorpresa de ella. .
Esta cobertura estaba representada desde el Viejo Testamento en el Arca del Pacto, la cual era la sombra de nuestro Señor Jesucristo, misma que se encontraba cubierta por dos Querubines, o Angeles Alados.
Por cierto que cuando Jesús le habló estas palabras de Mateo 23:37 a su Pueblo de Israel, horas antes de su crucifixión, el hizo énfasis en su renuencia a ser protegidos por El, al haberle rechazado.
No solo Jesús estaba profetizando acerca de cómo Jerusalén seria destruida, lo cual sucedió en el año 77 D.C. sino de todos los sufrimientos que los judíos experimentarían al “no querer ningún otro Rey más que Cesar” (Juan 19:15). Aquí vimos que no es Dios quien se niega a protegernos, sino que sólo nosotros podemos negarle esa jurisdicción. Por lo mismo cuando la tragedia azota, la pregunta a hacer no es “¿Dónde estaba Dios cuando esto sucedió?” sino más bien “¿Dónde estaba nuestra confianza, o en Quién?
Así dice el Señor: “Maldito el hombre que en el hombre confía, Y hace de la carne su fortaleza (brazo), Y del Señor se aparta su corazón. Jeremías 17:5
El tsunami que ocurrió en Marzo 2011 en Japón no llegó como sorpresa. Ellos habían tomado todas las precauciones y practicado simulacros durante cincuenta años. Este Tsunami, el cual pudimos observar desde nuestros televisores prácticamente en vivo mientras sucedía, es solo un ejemplo de la fragilidad del hombre y del peligro de confiar en nuestra propia fuerza para nuestra protección y salvación. Necesitamos a Jesús.
Y en ningún hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos. Hechos 4:12