Cambio de Corazón

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Y si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia. Pero si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de Su Espíritu que habita en ustedes.

Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne. Porque si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne vivirán Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.

Rom. 8:10-14

Romanos 8 es la clave para entender esta Epístola en su totalidad y para entender la Gracia de Dios. Aquí se encuentra la Vida, el viejo “yo” está muerto  y la vida de esta “Nueva Criatura”  se encuentra en el Espíritu – en la Gracia y no en la Ley. La Ley NO nos ayudará a hacer morir las obras de la carne, por el contrario, les dará fuerza, (1 Cor. 15:56) y le dará muerte a la nueva criatura; más la Escritura declara que el Espíritu nos dará la vida y la victoria.

Este argumento de Pablo en favor de la Gracia derrota a todo argumento que se hizo en aquel tiempo, o que aún se hace en nuestros días en favor de la Ley. De hecho, el arrepentimiento del Nuevo Testamento, al menos el arrepentimiento que Pablo predicaba, consistía en  esto: “cambia de modo de pensar, ¡ya no vivimos bajo la Ley, ya eres libre!”. Pablo nos confirma que no fue nada que nosotros hiciéramos, sino lo que Cristo hizo para dejarnos bien con Él lo que nos declaró inocentes y libres. Él nos dice que el que vive bajo el viejo sistema de demandas pone su mente en las cosas de la carne, lo cual produce frutos para muerte (Rom. 6:21).

Quizá recuerdes sermones que condenaban todo lo que estaba considerado como  “la carne”:    la música y la televisión, las artes en general; los estilos de vida tenían que “depurarse” de toda “carne” para evitar  pecar .

Mientras que  es cierto, como lo acabamos de leer arriba, que por el Espíritu Santo podremos hacer morir todas las obras de la carne  descritas en Gal. 5:19-21;  estas obras no es lo que la Palabra de Cristo  considera vivir conforme a la carne; este vivir conforme a la carne, de acuerdo a la escritura,  es el vivir conforme a la Ley,  y las “obras de la carne”   son el resultado de vivir conforme a la Ley o la carne, bajo nuestro esfuerzo,  mérito y justicia propia, lo cual da  fruto para muerte.(Rom. 7:5)

El arrepentimiento, por tanto, no es un ritual que ejecutamos cuando el diablo, o nuestra consciencia nos acusan por algo que hicimos,  o lo que hacemos los domingos, antes de tomar la comunión; el verdadero arrepentimiento es un cambio de corazón que nos hace abandonar definitivamente  eso de lo que nuestra consciencia nos acusa, eso que hacíamos porque estábamos vacíos y buscábamos llenarnos, o divertirnos, o encontrar amor, satisfacción, gratificación y al día siguiente la cruda realidad; eso que hacíamos cuando creíamos en  una falsa identidad basada en lo que somos o hacemos. No más necesidad de confesarse y pedir perdón repetidamente por la misma práctica que nos domina, cuando el verdadero arrepentimiento ocurre.

El griego usado para arrepentimiento es “metanoia” y significa “cambiar de parecer”. Aunque el resultado del arrepentimiento debe ser un cambio de actitud o de estilo de vida, el verdadero arrepentimiento tiene más que ver con la manera de pensar acerca de sí mismo o acerca de Dios, o acerca de los demás y no tanto que ver con el pecado del que nos “arrepentimos” por un tiempo.

Por ejemplo, durante el tiempo de la esclavitud en los Estados Unidos, los blancos oprimían a la gente de color. Cristianos o no cristianos, la mayoría de los blancos pensaban acerca de otros grupos étnicos como seres inferiores a quienes podían poseer para su servicio  como animales y  quienes no merecían consideraciones, ni misericordia.  Aun después de la lucha de Abraham Lincoln por abolir la esclavitud, los blancos no se arrepintieron inmediatamente y los no blancos  seguían siendo maltratados y “denigrados” (derivada del latin “niger”).

Fue hasta que una mujer de color llamada Rosa Parks, en 1955 se negó a ceder su asiento a una persona “sin color”  en el autobús en el que viajaba, cuando esta actitud inhumana tuvo que cambiar. El maltrato subsecuente y su encarcelación la convirtieron en un símbolo internacional de resistencia contra la segregación racial. Esto y muchos esfuerzos y sacrificios, junto con  el bombardeo de  mensajes de muchos activistas a lo largo del tiempo, como Martin Luther King Jr., condujeron a mucha gente blanca “al arrepentimiento” – a pensar diferente acerca de si mismos y de la gente “de color”.

Sin embargo, aun a la fecha, muchos blancos  no se han “arrepentido” y aunque por temor a ser castigados se refrenan de hacer violencia o de romper la ley que existe para proteger a otros grupos étnicos, su actitud prejuiciosa hacia otros seres humanos de diferentes colores no ha cambiado, debido a que su identidad y su valor como seres humanos radica en el color de la piel,  por lo tanto,  todos los demás grupos son ante ellos  “de clase humana inferior”.

Tampoco todos los áfrico-americanos, como exigen ser llamados, se han “arrepentido”; muchos de ellos aún viven atrapados en esa vieja identidad que les fue vendida con desprecios y maltratos, y viven ofendidos permanentemente, sintiéndose agraviados, o rebelándose por todo, aun cuando ya nadie los segregue o los  ataque.  Aun cuando su vida ha cambiado, ellos no pueden ver el bien.

Sin embargo, mayor es el número de personas cuya manera de pensar acerca de su propia etnicidad y de los demás ya no cobra víctimas.  Ellos tuvieron un cambio de corazón,  y dieron  un verdadero fruto de arrepentimiento.

La Gracia nos hace ese cambio de corazón (Rom. 2:4).  Descansa en la Gracia.

Shalom