El que habita al amparo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente
Salmo 91:1
Recuerdo el año 2001, la ciudad de Seattle fue azotada con un fuerte terremoto mientras mi hija se encontraba en su primaria, que se encontraba a distancia próxuna. Justamente unos días antes, su maestra nos había solicitado un paquete de primeros auxilios, junto con una notita personal con palabras de aliento para nuestros hijos, en caso de algún accidente y el Señor me movió a escribirle a ni hija el Salmo 91, el cual le fue de gran consuelo y ayuda para superar su temor.
Durante el Viejo Pacto El Salmo 91 era una promesa, un símbolo y una profecía de la protección que encontraríamos en Jesucristo durante el Nuevo Pacto. Este Salmo nos habla del Refugio que los Hijos de Dios tenemos en Cristo – nuestro Amparo, nuestra Ciudad de Refugio, guardados en el nombre Abba – la sombra del Omnipotente.
En Deut. 19 y Josué 20, encontramos que El Señor estableció 6 ciudades de refugio para que aquel que intencionalmente le causaba la muerte a otro, pudiera huir y evitar que el vengador de la sangre lo alcanzara. Estas ciudades eran las ciudades de los Levitas, los Sacerdotes de aquel tiempo, quienes vivían de la grosura de la tierra, comían de lo mejor, vestían de lino fino, y tenían abundancia de todo, pues Dios instituyó que vivieran de los diezmos del pueblo.
Por lo anterior, los refugiados no solo encontraban protección en estas ciudades, sino que también encontraban abundancia y descanso, comiendo de lo que los sacerdotes comían, hasta que el sumo sacerdote de ese tiempo muriera. Si cuando esto sucediera el vengador de la sangre aún vivía, esta persona volvería a vivir en incertidumbre, bajo peligro de muerte.
Estas ciudades se encontraban en las montañas, en los lugares altos y sus nombres eran:
Cedes, que significa “lugar santo” o “santuario”
Siquem, que significa “espalda” u “hombro”
Quiriat Arba o Hebrón, que significa “asociación”, “compañerismo”
Bezer, que significa “fortaleza”
Ramoth, que significa “alturas” o “grandemente exaltado”
Golan, que significa “regocijarse (al salir de cautividad)”
Este Santuario es Jesucristo (Salmo 46:1-3) quien nos llevó ante su Padre sobre sus hombros (Lucas 15:5; Is. 9:6) para hacernos descansar y poder tener compañerismo con nosotros (1, Cor. 1:9; 1 Juan 1:3); para ser nuestra Fortaleza (Salmo 18:2; 46:1; 2 Tes. 3:3) en la cual habitamos hoy en las alturas, (Ef. 1:3) donde somos grandemente exaltados por encima de toda tristeza, pobreza, sobre enfermedad, sobre adicciones, ataduras, sobre el dolor y la desesperación, donde podemos vivir con gran regocijo al haber salido de nuestra cautividad. (Lucas 15:5; Fil. 4:4)
Cuando Cristo fue levantado en la Cruz, oró “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, poniendo todos nuestros pecados en la categoría de “no intencional”. El vengador de la sangre, el diablo, no puede cobrarnos nada en esta Ciudad de Refugio, en la cual podremos vivir como Sacerdotes Reales de la grosura de la tierra, en total descanso, comiendo de lo mejor, del Pan de Vida, vistiendo de lo mejor – de su lino fino, donde nuestro Sacerdote nunca muere, sino que vive para siempre “según el poder de una vida indestructible”. Heb. 7:16
A fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. Tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, y que penetra hasta detrás del velo adonde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre. Heb. 6:18-20
Así como Cristo es nuestra Ciudad de Refugio, nosotros, su iglesia, lo somos para todo aquel que busca refugio.
Y todo lo sometió bajo Sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquél que lo llenatodo en todo. Ef. 1:22 – 23
Shalom