Pues sólo los que creemos podemos entrar en su descanso. Heb. 4:3
Sigamos hablando de hablar nuestra fe y no nuestros temores o aflicciones. No hay condenación si los hablas, más Dios te quiere fuera de tus malas situaciones en menos tiempo. El creer lo correcto nos enseñará a hablar lo correcto.
Aquel centurión romano nos dio la clave cuando queriendo que Jesús orara por su criado le
dijo:
Señor, no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; solamente di la palabray mi criado quedará sano. Porque yo también soy hombre bajo autoridad, con soldados a mis órdenes; y digo a éste: ‘Ve,’ y va; y al otro: ‘Ven,’ y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto,’ y lo hace.” Mat. 8:8-9
Jesús estaba totalmente maravillado de oír al centurión hablar así, (Mat 8:10)
Entonces Jesús dijo al centurión: “Vete; así como has creídote sea hecho.” Y el criado fue sanado en esa misma hora. Mat 8:13
En otro caso donde Jesús oyó una declaración de fe, fue el de dos ciegos que fueron sanados:
Al irse Jesús de allí, dos ciegos Lo siguieron, gritando: “¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!” Después de entrar en la casa, se acercaron a Él los ciegos, y Jesús les dijo: “¿Creen que puedo hacer esto?” “Sí, Señor,” Le respondieron.
Jesús oyó a los ciegos gritarle “Hijo de David”, Él sabía que ellos sabían que Él podía sanarlos, él pudo haberlos tocado en ese momento y devolverles la vista, mas primero quiso oír su declaración de su fe y “Si Señor” fue suficiente.
Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Hágase en ustedes según su fe.” Mat 9:27-29
Jesús no dijo, “hágase conforme a la voluntad de mi Padre”, o “hágase conforme a la riqueza de mi poder”; aunque sabemos que su poder es soberano y absoluto, El no dijo, “siendo soberano, yo determino si sanan o no sanan.” Tampoco dijo: “hágase conforme a su obediencia”, él dijo “hágase según su fe” y ellos recuperaron la vista. (Mat 9:30)
Nosotros creemos que la fe es solo para recibir lo bueno, mas Jesús no dijo de acuerdo a nuestra fe en lo bueno, por lo mismo lo que creamos eso recibiremos y nuestra boca nos delatará.
A mí me ha sucedido que cuando digo “no se me vaya a olvidar” se me olvida, o cuando digo, “no se me vaya a perder” se me pierde. Me doy cuenta que confesar mi temor no me ayuda, mas aprendiendo a cambiar mi confesión puedo magnificar el poder de Dios. Decir algo como: “Gracias Señor porque tú me diste la mente de Cristo que me recuerda lo que se me olvida”; o “Gracias por más de tu Gracia para recordar lo que se me olvida”, activa mi fe para recibir un resultado favorable.
La Palabra, Jesús el Verbo, nos da abundancia para llenar nuestra boca con alimento para nuestra fe y para orar sin cesar llenos de esta fe, lo cual agrada a Dios. La oración no se trata de tratar de torcerle el brazo a Dios. Es simplemente confesar con nuestros labios que creemos en lo que Él es, un Dios extremadamente bueno y lleno de Gracia y amor por nosotros; confesar que le creemos lo que nos dice y lo que nos dio y recibirlo con acción de Gracias.
David nos muestra como se hablaba a sí mismo lo que creía de Dios:
¡Bendice, alma mía, al Señor!
¡Bendiga todo mi ser su santo nombre!
¡Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguna de sus bendiciones!
El Señor perdona todas tus maldades,
y sana todas tus dolencias. Salmo 103:1-3
La palabra dolencias fue traducida como “enfermedades” en la versión NTV y es usada para ambos tipos de dolencias, emocionales y físicas, causadas por enfermedades o por los golpes de la vida.
Aunque es difícil entender como Dios pudo perdonarnos tanto a la humanidad, increíblemente, nos es más fácil creer que Él perdonó todas nuestras maldades, que creer que también sanó todas nuestras dolencias; más si no creemos la primera parte nos será imposible creer:
El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia. Salmo 103:4
Cuando nos declaramos estas palabras, nuestra alma se alimenta, nuestra fe se fortalece, magnificamos a Cristo y así es como alcanzamos todos sus beneficios, creyendo. Todo lo que Dios nos dio en la cruz es para el creyente, no para el incrédulo. Éste no necesariamente es el que no cree en Jesucristo. Desafortunadamente no es automático y muchos son los que no entran a la tierra prometida por su incredulidad, aun después de nacer de nuevo. (Heb 4:6)
Esto explica por qué cosas malas le suceden a gente buena. Hay que poseerlo por la fe, que viene por el oír, y comienza por lo que confesamos de nuestra propia boca. Nuestra fe, aunque mínima e imperfecta, será suficiente para conectar nuestro problema al poder inexhaustible de Dios. Más la fe en sí no es nuestro poder, sino que es la que nos conecta a su poder, como una clavija, el poder vendrá a través de ella directo de su Santo Espíritu, cuando digamos Si Señor.
Shalom