- Cubiertos de Oro
- El Altar de Bronce – ¡NO MAS JUICIO!
- El Lavatorio de Bronce – Nuestra Santidad
- El Candelabro de Oro – Jesús es la Luz
- La Mesa de los Panes – Jesús nuestro Pan de Vida
- El Altar de Incienso – Jesús, Nuestra Intercesión.
- El Arca del Testimonio – Su Gracia
- Jesús Bajó del Cielo
- En Brazos de Jesús
- El Velo – “Y Este Es Su Carne”
‘Esto será para mí semejante a los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas del diluvio volverían a cubrir la tierra: Ya he jurado que no volveré a enojarme contra ti, ni te reñiré. Podrán moverse los montes, podrán temblar las colinas, pero mi misericordia jamás se apartará de ti, ni se romperá mi pacto de paz contigo. Lo digo yo, el Señor, quien tiene de ti misericordia“ Isaías 54: 9-10
A la entrada del Tabernáculo lo primero que encontramos es el Altar de Bronce, donde los animales eran sacrificados.
El Tabernáculo de Moisés
El bronce en la Biblia representa “juicio”. Conforme el fuego consumía a la víctima a nombre del que la ofrecía, sus pecados eran consumidos.
No es coincidencia que este altar tiene cuatro puntas, pues es una imagen profética de la cruz, y del sacrificio que, Jesús, nuestro cordero, sufriría por nosotros.
Nótese que el altar de bronce estaba fuera del tabernáculo, fuera de la presencia de Dios, donde todo era de oro. (Cubiertos de Oro) Entre más se acercaban a la presencia de Dios, más oro veían, entre más se alejaban, más bronce veían.
Así como está separado el altar de bronce del tabernáculo, así Dios te separó de tu pecado y por consiguiente de todo juicio contra ti (Salmo 103:12). Cuanto más nos enfoquemos en la justicia de Dios en Cristo, más veremos ese oro en nosotros mismos y por consiguiente, en los demás, porque “Como Él es así también somos nosotros en este mundo”. Lo contrario también aplica cuando nuestro enfoque está en nuestra propia justicia/rectitud, basada en el desempeño, la mentalidad de bronce o de juicio se manifiesta al comparar nuestra imperfección con la de los demás; esto nos hará intolerantes y llenos de criticismo y juicio respecto a todo aquel que se pare frente a nosotros, pues así seremos con nosotros mismos.
¿Recuerdas la historia de David y Goliat? (1 Samuel 17:1-12) Esta es una historia de juicio, reproche, vergüenza y condenación. La vestidura de Goliat es de bronce, de pies a cabeza: Su casco, su cota de malla, las placas que le protegían las piernas, y aún la jabalina que llevaba al hombro eran de bronce, con la punta de esta última de hierro – esto nos muestra que todo, su mentalidad, su corazón, sus acciones y sus ataques eran basados en un juicio con la fuerza del hierro, tal y como el que cayó en Jesús.
Sin embargo, con todo lo impresionante de su equipo, su arma principal eran sus palabras de desafío y reproche que pronunció contra los hebreos durante 40 días y 40 noches, hasta que David lo oyó y sin armadura y sin lanza lo mató con la fuerza de una piedrita.
El nombre de Goliat significa despojado, o exiliado. Él era un Filisteo. Filisteo viene del hebreo pahlash, y que significa “revolcarse o rodarse en el polvo”
De esta manera el espíritu de acusación (del griego ‘diabolos’ traducido como ‘diablo’) viene a nosotros como león rugiente, haciéndonos sentir despojados del amor y del cuidado de Dios, haciéndonos creer que hemos sido exiliados de su presencia, desnudos, expuestos, avergonzados, condenados, con la sensación de que estamos sucios o que estamos bajo la ira o el castigo de Dios. Cada que te sientas así, el león te ha rugido porque quiere traer su propio juicio contra ti (no el de Dios). El espíritu de Goliat, el espíritu de los filisteos quiere que te revuelques en el polvo. Recuerda que el polvo es el alimento de la serpiente.
Tristemente, este espíritu no siempre vendrá a través de tus enemigos, muchas veces parecerá como si viniera de cualquiera que abra su boca, aún en broma, aún siendo tu familia o tus propios amigos, cuando sus palabras dieran eco a tus propios pensamientos acerca de ti mismo. Muchas otras veces aún vendrá de algún libro clasificado como “cristiano”, o de alguna enseñanza o sermón desde el púlpito que te hace sentirte sucio o acusado; o aún de los pensamientos que el ‘diabolos’ te ponga acerca de ti mismo. Este espíritu de acusación NUNCA te recordará de tu vestidura de oro, de tu vestidura de lino fino con la que te cubrió Dios.
Pensando en esto, Dios nos invita a “ser renovados en la actitud de nuestra mente; y ponernos el ropaje de la nueva Criatura, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad” Efesios 4:23-24 ¿Más como hacemos esto? Conociendo la verdad acerca de nosotros. (léase este versículo en la Biblia de Estudio el Espejo)
Juan vio a nuestro Señor Jesucristo con un arcoíris en su cabeza. (Apocalipsis 10:1) Este arcoíris nos recuerda su Nuevo Pacto, y nos asegura que en su mente no hay ira, ni tampoco juicio. (Isaias 54:9-10, Hebreos 10:16-17)
Una mentalidad de arcoiris es una mentalidad renovada por el Espíritu de Dios. Es triste ver que en la iglesia de Cristo la mentalidad de bronce aún reina, comenzando con aquellos hermanitos que siempre te están recordando tus pecados, como si Cristo no los hubiera separado de nosotros, y de los cuales Dios no se acuerda más. Si todos los ministros de lo que llaman el Evangelio verdaderamente creyeran que Jesús quitó el pecado del mundo, no enseñarían mas qué nacemos en pecado, ni existiría tanta consciencia del mismo en la iglesia, ni tampoco tanto pecado, tanto crimen, tanto robo, tanto abuso de menores, tanto criticismo. Podemos nacer y vivir en ignorancia de lo que nos ha sido dado, o podemos vivir rechazándolo, lo cual es el único pecado que podemos cometer. Ellos no han entendido el perdón de Jesús, y por lo mismo, en lugar de predicar el Evangelio de Perdón de Pecados, predican otro evangelio, el “evangelio del pecado”, y lejos de impartir libertad, sanidad, y todo lo que nos fue heredado a través de la Cruz, imparten vergüenza al pueblo de Dios, la cual trae culpa y condenación y una imagen equivocada de uno mismo lo cual es exactamente lo que la palabra pecado significa, (del griego hamartia, que significa ‘sin forma’, una imagen distorsionada de uno mismo).
Ya sea una adicción, un hábito sucio, o cualquier clase de compulsiones o maneras de pensar que pudieran controlar nuestra vida, y aun muchas enfermedades incurables, tienen su raíz en la culpa y la condenación que viene por la ley. Cuando nos demos cuenta de que en Cristo no hay más vergüenza, ni reproche, ni condenación, y abrazamos SU GRACIA, el pecado no se apoderará de nuestra vida (Romanos 6:14). Este pecado no es mas lo que hacemos mal conforme a lo que marcaba la Ley, sino decidir no ser partícipes de su Gracia.
El salmo 69:20 y 21 nos afirma la manera en que Jesús llevó nuestra vergüenza y reproche en la cruz:
Tú conoces mi humillación, mi vergüenza y mi deshonra;
todos mis rivales te son conocidos.
El insulto ha roto mi corazón y no tiene cura alguna;
esperé consuelo pero no lo tuve, no encontré quien me confortara.
Amigo, amiga, tu vergüenza ha sido llevada y removida por otro, no quieras llevarla más tu. Toda la ira que la consciencia del hombre esperaba de Dios por causa de la Ley fue descargada en el cuerpo de Jesús (no por Dios, sino por nosotros). La venganza de Dios contra el sistema que nos hacia pecar – contra el Arbol del Bien y el Mal, fue consumada cuando este arbol fue quemado en el fuego del juicio de Jesucristo. En la Cruz quedó depositado todo juicio contra nosotros (Col. 2:14) hasta que Jesús gritó “¡CONSUMADO ES!” La perfección de su sacrificio se elevó hasta el cielo con aroma dulce y agradable ante Dios.
Esta fue la fragancia con la que hemos sido perfumados. Ahora podemos acercarnos a Dios sin aquel olor a muerte que emanabamos bajo la Ley, sino con el aroma dulce de nuestra nueva vida en Jesús podemos venir y habitar en su presencia sin temor al rechazo. Ese fuego o esa ira de Dios nunca fue contra nosotros, sino contra el sistema que nos hace creer que por nuestro propio esfuerzo o inteligencia podemos obtener la vida abundante, la vida de Dios. El te da su vida a cambio de tu esfuerzo, su muerte a cambio de la tuya.
Una vez la ofrenda aceptada, no hay más necesidad de sacrificio, el Sacrificio de Jesús fue más que suficiente y aunque gratis para nosotros, fue tan costoso para nuestro Padre que el despreciarlo es el único ‘pecado’ que Dios no puede ‘separar de nosotros’. No toda la gente desprecia su sacrificio abiertamente, sin embargo el añadirle requisitos o condiciones que Dios no impuso, el querer ofrecer nuestros propios sacrificios cuando el de Él fue mas que suficiente, o el atribuirle la redención a otra persona que no sea Jesús, así fuera uno mismo, no es sólo una ilusión ficticia, sino una forma de rechazo de su regalo de amor invaluable.
El Altar de Bronce era la única entrada al Tabernáculo de Dios porque representaba la Cruz de Jesús. Por causa de la Cruz, lo que nos impedía entrar a la presencia de Dios, que era la Ley y su condenación, ha sido removido.
Rayendo la cédula de los ritos que nos era contraria, que era contra nosotros, quitándola de en medio y enclavándola en la cruz; Y despojando los principados y las potestades, sacólos á la vergüenza en público, triunfando de ellos en sí mismo. Col 2:14-15
Su cuerpo clavado en la cruz, colgado allí como el documento de la culpa de la humanidad; al morir nuestra muerte él canceló los detallados registros manuscritos que testificaban contra nosotros. Cada mancha en nuestra conciencia recordándonos de ese sentido de fracaso y culpa, fue por consiguiente, borrada totalmente. Él así desactivó y trajo clausura a todo posible reclamo de acusación contra la raza humana. Él convirtió el escándalo y vergüenza de la cruz en un trofeo eterno celebrando la genialidad de Dios. Cada principado y poder fue desnudado y exhibido ²públicamente a través de las calles. ¡La 4voz de la cruz nunca será silenciada!
Col 2:14-15 El Espejo
“Yo soy la puerta; el que por mí entra, será salvo; y entrará y saldrá, y hallará pastos.“. Juan 10:9
Recuerda amado(a), ¡NO MAS JUICIO!
Shalom.