- Cubiertos de Oro
- El Altar de Bronce – ¡NO MAS JUICIO!
- El Lavatorio de Bronce – Nuestra Santidad
- El Candelabro de Oro – Jesús es la Luz
- La Mesa de los Panes – Jesús nuestro Pan de Vida
- El Altar de Incienso – Jesús, Nuestra Intercesión.
- El Arca del Testimonio – Su Gracia
- Jesús Bajó del Cielo
- En Brazos de Jesús
- El Velo – “Y Este Es Su Carne”
El día de ayer vimos Bajar a Jesús del Cielo y recorrer cada mueble del tabernáculo para rescatar a sus ovejas perdidas. Hoy lo veremos regresar llevándonos en sus brazos.
Antes de ser arrestado, vemos en Juan 13 que Jesús comienza a regresar hacia el lugar Santísimo, dándole vida al Lavatorio una vez más, donde lava los pies a sus discípulos. En ese momento vemos una interacción entre Jesús y Pedro, cuando Jesús trató de lavarle los pies. Juan 13:8-10
Pedro le dijo: «¡Jamás me lavarás los pies!»
Y Jesús le respondió: «Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Entonces, Señor, lávame no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «El que está lavado, no necesita más que lavarse los pies, pues está todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.»
Nótese que Jesús no había muerto aún, mas en ésta su última reunión con sus discípulos El instituiría la manera en que su iglesia debía ser edificada, fincada en la rectitud de Cristo que nos fue dada mediante su Sangre – nuestra Pureza; de la cual hacemos consciencia unos a otros a través de este continuo “lavado de pies”, que Él nos invitó a hacer (Juan 13:14); (ver El Lavatorio de Bronce – Nuestra Santidad); fortalecida con la Cena del Señor, como perpetua declaración de victoria, la cual Jesús tomó por última vez en la verdadera Mesa de la Propiciación con sus 12 verdaderos panes – sus discípulos, uno de ellos en su regazo, cuyo nombre no se menciona, pues nos representa a ti y a mí.
Vemos a Jesús mojando su pan en aceite, para dárselo a aquel que lo iba a traicionar – a Judas. Este acto que aún existe entre judíos y entre gente del lejano oriente, es similar al ritual occidental que los novios realizan en su boda cuando parten el pastel y lo comparten el uno en la boca del otro frente a todos los invitados, como una señal publica de amor, fidelidad y respeto profundo.
Jesús uso ese ritual no para desenmascarar a Judas, como ha sido enseñado, sino para demostrarle públicamente su amor inagotable e incondicional hacia él – quien representa a todos los que le rechazan, aun sabiendo que su amor no era mutuo. Al igual que a todos los demás, Jesús lo amó hasta el final, más Judas nunca recibió o acepto ese amor y no se dejó lavar por esta agua de vida, por ello Jesús dijo que no todos estaban limpios (13:10)
Jesús es Amor, Él es la Luz, Él dijo, “el que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14:9). Jesús es Dios en carne humana. Dios con Nosotros – Divinidad y Humanidad unidos para siempre. Por eso si quieres conocer el amor de Dios mira cómo los Evangelios lo anuncian – en tí mismo. Él es la voluntad de Dios en acción, su voluntad fue siempre sanar, prosperar, bendecir, alumbrar, enriquecer, restaurar, aun levantar de los muertos, hasta el día de hoy. El siempre usó su Luz para disipar las tinieblas, y el quiere ser la Luz que disipe toda tiniebla en tu vida. El es el Candelabro de las 7 lámparas – y vemos como esta Menorá se volvería real en la vida del Hijo de Dios – pues ésta es la promesa que Jesús dió a sus discípulos en Juan 14:15-25, la promesa del Espíritu Santo.
Por último, en Juan 17, lo vemos culminando como el Altar de Incienso con la oración del Sumo Sacerdote – Jesús, subiendo al Padre con toda su hermosura y su fragancia, ‘intercediendo’ por nosotros, pero no como mediador bajo la Ley, sino poniéndose en medio para representarnos. Al conocer lo anterior nos damos cuenta de que no fue nuestro amor por El lo que nos hizo que nos aceptara, sino su amor por nosotros nos hace aceptarle y aceptarnos a nosotros mismos como Él siempre nos ha aceptado.
Padre santo, a los que me has dado, cuídalos en tu nombre, para que sean uno, como nosotros.
Esto ya se cumplió, hemos sido hechos uno con Dios. En este constante recordatorio encontrarás todo lo que te falte, este será tu lavado de pies. de lo contrario, vivirás como Judas.
Para poder salir de su habitación Jesús no encontró ningún problema, más para regresar y traer a hombres al Lugar Santísimo había un problema, porque desde que Dios expulsó a Adán y Eva del Jardín del Edén, Dios puso una espada encendida que se revolvía por todos lados para guardar el camino del árbol de la vida. (Génesis 3:24). El significado de esta espada ha sido interpretado bajo el mismo lente de juicio que tradujo la biblia entera, sin embargo, esta espada siempre apuntó el regreso de la humanidad a su identidad original, que fue lo que se consumaría en la muerte y resurrección de Jesús.
Más ¿cómo podría llevarnos a la presencia de Dios en su Lugar Santísimo con nuestra consciencia de pecado que gritaba “juicio”? ¡Jesús es el Árbol de la Vida! Él mismo apagó todo juicio que nos acusaba en nuestra consciencia para traernos de nuevo al Padre dejando que el juicio que esperábamos cayera sobre Él. Algunos creimos que era la Justicia de Dios lo que cayó contra Él, pero no fue así, fue la justicia del hombre, el juicio que la Ley demandaba y Jesús lo absorbió todo en su propia persona, lo cual desgarró su carne en la Cruz, para que no vivamos mas del juicio de la Ley, y así poder llevarnos en su regazo, desgarrandose el Velo en cuanto el murió.
Gracias a este acto de amor, Jesús pudo entrar con nosotros en su regazo al Lugar Santísimo, donde nos encontramos sentados con El (Efesios 2:6)
Como lo vimos antes, Dios desgarró El Velo, para que tú y yo podamos verle cara a cara, y vernos a nosotros mismos y a los demás a través de sus ojos, caminando así en absoluta libertad, sin sentirnos inferiores, porque hemos sido redimidos a la misma calidad de Él – calidad de hijos. Tenemos el derecho comprado con precio de sangre para entrar a su presencia, para ser sanados, restaurados, prosperados, libertados, bendecidos. Estamos sentados junto con Él justamente, legalmente, no sólo por su misericordia con la que Dios nos acepta, sino por su Justicia que es Su Gracia, la Gracia de haberse dado a nosotros como “El Hijo del Hombre” y de haber venido a levantar su tabernáculo en nosotros para ser Dios con nosotros y en nosotros, unidos a si mismo para siempre. Este era el plan de Dios. Ésta fue su soberanía.
Jesús clamó en la cruz – ¡Consumado Es! – se produjo un terremoto, el velo se rasgó de abajo hasta arriba (un velo de 10 cm. de grueso) y Dios dijo bienvenido a casa, nunca jamás tendrás que vivir sintiéndote abandonado por mi, bajo el juicio de tu propia consciencia. Nunca nadie más morirá al entrar en su presencia, como sucedía durante el Viejo Testamento, porque este es “el camino nuevo y vivo,” El Camino al Árbol de la Vida ha sido abierto. Jesús es el Camino.
La palabra “confianza” en el griego se traduce como “libre de hablar” Jesús vino a darnos este acceso de “hablar libremente” con El y nunca tener que vivir en las llanuras de la vida cristiana como si viviéramos en el desierto del Viejo Testamento, basados en nuestras obras, o en nuestro conocimiento o entendimiento limitado de Jesús, sino en su obra perfecta.
Ahora habitamos en el Arca con Él, en el Lugar Santísimo, en el “Lugar Secreto del Altísimo, Bajo la Sombra del Omnipotente”. (Salmo 91). Su sangre removió nuestro ‘pecado’, el cual se ha definido como las cosas que hacemos mal o no hacemos bien, más ésto es algo que necesita explicarse por separado. La espada ahora está en nuestra lengua, no para atravesar a las personas y matarlas, sino para darles vida al vivir de la Gloria de Dios – su buena opinión acerca de nosotros. Él nos tiene hoy “abrazados” y podemos habitar cara a cara frente a Él de día y de noche.
En Él estamos seguros, no porque queramos creer que lo estamos, sino porque hemos sido puestos en Él por un trabajo consumado por Él que fue infalible. Solo podemos vivir seguros de ésto una vez que lo sepamos y lo creamos.
Como pudiste observar, el Tabernaculo de Moises no sólo es una figura de Jesús y de su obra redentora, sino que es una demostración del deseo de Dios, que siempre ha sido el habitar en el centro de nuestra vida y caminar con nosotros. El conocer su amor aquí ilustrado producirá alabanza pura de corazones sinceros, y gloria y honor a su nombre, al UNICO que nos amó y dio su vida por nosotros, por ti y por mí.
Solo en Cristo estaremos seguros para siempre porque
“en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” Hechos 4:12
Shalom