En mi caminar religioso, siempre me pregunté: ¿por qué La Cruz? ¿Por qué necesitaba Dios que le ofrecieran Sangre? ¿Por qué necesitó tanta violencia para “castigarnos en el cuerpo de Jesús”? ¿Alguna vez te lo has preguntado? ¿Castigarías así a tus hijos? ¿De donde viene ese deseo de castigar al que agrede, de hacerle pagar sus ofensas con dolor, de vengarnos y hacer sufrir al que nos causa sufrimiento? Y si alguien sufre, algunos creemos que fue un “castigo de Dios” y cuando esa persona nos dañó a nosotros, aun creemos que Dios nos hizo justicia. Aún existe un dicho que dice: “Qué bonita es la venganza cuando Dios nos la concede”.
Al mismo Jesús lo tuvimos por “castigado por Dios” (Isaias 53:4). He escrito otros blogs referentes a este tema, queriendo responder la misma pregunta, por lo que antes de re-publicar mi sección del Poder de la Sangre, que me encuentro editando, quiero invitarte a leer este comentario de Heb. 8:12 del Espejo de la Palabra y que Francois DuToit me permitió publicar en mi página de Facebook.
Te invito a meditar en esta explicación del sistema sacrificial que con la persuación del Espíriu Santo, te ayudará a comprender el Amor de Dios en una nueva dimensión, y a enderezar cualquier distorsionada creencia del “Dios de Ira y Justa Indignación” que jamás ha existido.
“La memoria de Dios de nuestros pecados no era lo que necesitaba abordarse en la redención de nuestra inocencia. ¡Dios no tenía problema con nuestra conciencia de pecado, nosotros la teníamos! Él no se estaba escondiendo de Adán y Eva en el jardín; ellos se estaban escondiendo de Él! Lo que necesitaba confrontarse era nuestra percepción de un Dios de Juicio, lo cual fue el inevitable fruto y mentalidad del “sistema del árbol yo-no-soy”.
La venganza, el juicio, la culpa, la condenación, la inferioridad, la vergüenza, el remordimiento, la sospecha, etc. no podían ser tratados a la ligera; ¡Son los enemigos del romance! ¡Si las normas pudieran lograrlo, entonces la Ley sería nuestra oportunidad de salvarnos, simplemente tomando las decisiones correctas! ¡Si la fuerza de voluntad pudiera salvarnos, entonces Moisés sería nuestro salvador! Pero ¡Ay! “¡El bien que quiero hacer no puedo!” Ver Rom 7.
El sistema del chivo expiatorio sería introducido para de alguna manera tratar e intentar manejar las consecuencias del pecado. El típico escenario de “ojo por ojo, diente por diente” sería sustituido con la idea de un chivo expiatorio. Y así, cada sistema de sacrificio tenía cierto significado, pero sólo en cuanto a señalar su debilidad para tratar con la raíz del problema y la necesidad de una mejor solución. Necesitábamos más que el perdón de nuestros pecados; ¡Necesitábamos un salvador que pudiera salvarnos de nuestra pecaminosidad!
Esto no era simplemente un medio por el cual pudiéramos deshacernos de las telarañas; ¡La araña necesitaba ser aniquilada! ¡El sistema “pague ahora, peque después” tenía una fecha de expiración muy real!
Ver Heb 10:2 y 3 “Si fuera posible presentar la ofrenda perfecta que tuviera el poder de eliminar con éxito todo rastro de conciencia de pecado, entonces el sistema de sacrificio seguramente dejaría de ser relevante. Pero en la misma repetición de estos sacrificios rituales, la conciencia de culpa es reforzada en lugar de ser removida.”Dios no exige sacrificio; Él prové el sacrificio! El máximo sacrificio por los pecados nunca sería algo que hiciéramos, o trajéramos a Dios para apelar ante él; pero el impactante escándalo de la cruz es el hecho de que la humanidad es confrontada con las avergonzantes y extravagantes proporciones del amor de tu Hacedor; ¡Él iría al más ridículo extremo para finalmente convencernos de su corazón hacia nosotros! Con el fin de persuadirnos de nuestro valor para Él, Él habla el lenguaje de chivo expiatorio más severo: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo!” ¡Esto desarma totalmente a la religión! De repente no hay nada que podamos hacer para persuadir a Dios acerca de nuestras sinceras intenciones; ¡Dios nos persuade de su sueño de amor eterno!
Dios no vistió a Adán con la piel de un animal acribillado debido a su necesidad divina de ser apaciguado, sino por su amor incondicional por Adán; habló el mismo lenguaje de juicio de Adán: Adán, no Dios, estaba avergonzado de su desnudez. La ropa no fue para hacer que Dios mirara a Adán de manera diferente, sino para hacer que Adán se sintiera mejor consigo mismo.
Y por último, fue para preparar a Adán para la revelación del misterio de la redención de la humanidad en La Encarnación. Aquí la Deidad se vestiría en piel humana – en un Hijo, y el León de Judáh se convertiría en el Cordero de Dios, a fin de libertar nuestras mentes para lograr re-descubrir su imagen y semejanza en nuestra piel! ¡La humanidad ha sido hecha a la medida de Dios!
(comentario de Heb 8:12, Biblia El Espejo por Francois DuToit) “
Shalom y Gracia en Abundancia