Esta semana llegamos al final de este Camino Romano que Pablo nos invitó a recorrer, el cual no habría sido posible sin la ayuda de los creyentes que lo respaldaron. En mi mensaje anterior hablé de su importancia. El Capítulo 16 nos permite mirar a través de una ventana de saludos hacia el verdadero amor filial que Pablo experimentó con estos creyentes y que era común en la iglesia primitiva.
Con estos saludos Pablo los afirma y los exalta delante de nosotros, revelándonos en sus nombres la Gracia de Dios en sus vidas, esencial para que el Evangelio pudiera expandirse, quizá sin que ellos mismos supieran el impacto que su obra de amor tendría en ello, dejando registrados sus nombres entre los aprobados (Rom. 16:3-16). En el pasado me habría saltado estos saludos, evitando pronunciar tales nombres, más el Espíritu Santo me ha hecho mirar a su significado:
Saluden a Priscila (que significa “Antigua”, en el sentido de longevidad) y a Aquila (Águila), mis colaboradores en Cristo Jesús, los cuales expusieron su vida por mí, a quienes no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los Gentiles. (Rom. 16:3-4)
Indagando brevemente en la vida de esta pareja, aprendemos que Aquila era un judío que fue expulsado de Roma, (Hechos 18:2). El y su esposa Priscila acompañaron a Pablo a Siria, (18:18) pero se quedaron en Éfeso (18:19). Pablo menciona que tenían una iglesia en su casa (Rom. 16:5 y 1 Cor. 16:19).
Cuando el elocuente Apolo llega a Éfeso y enseña lo referente a Jesús, aunque solo conocía el Bautismo de Juan, fueron Priscila y Aquila los que “le explicaron con mayor exactitud el Camino de Dios” (Hechos 18:24-26). Una “intromisión” de este tipo en nuestro tiempo a muchos nos habría costado por lo menos la amistad, mas Apolo recibió la corrección con amor, permitiendo que su ministerio fuera de gran bendición para los creyentes de ese lugar, quienes eran asediados por los judíos incrédulos, y Apolo los ayudaba grandemente refutando sus argumentos con la escritura, lo cual no hubiera sido posible si esta pareja de gran renombre en el reino de los cielos no hubiera intervenido.
Detengámonos ahora en los otros nombres, sin indagar en sus vidas, lo cual tú podrás hacer por tu cuenta:
Epeneto, que significa “Digno de Alabanza”; Andrónico y Junias (“Hombre Victorioso” y “Juvenil”); Amplias (Grande); Urbano (Cortez); Apeles (Llamado) – aprobado en Cristo; Aristóbulo (Mejor Consejero); Herodion (Heróico); las obreras Trifena (“Lujosa o Distinguida”) y Trifosa (”Refinada” o Disfrutando Lujos”), a Rufo (Rojo), el Escogido del Señor; Asíncrito (Incomparable); Flegonte (Ardiente); Patrobas (Paternal); Filólogo (Amante de la Palabra); Julia(de cabello suave). Sea que estos nombres hayan sido dados por sus padres o por la fe, este fue el nombre por el que Dios los conocía, y así nos los dio a conocer el Espíritu Santo, y así lo hará algún día con nosotros:
Porque Dios no es injusto como para olvidarse de la obra de ustedes y del amor que han mostrado hacia Su Nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos. Heb. 6:10
Curiosamente, cuando Pablo saluda a los de la casa de Narciso, (Rom. 16: 11) lo oímos decir: “confiando que habrá alguno que sea del Señor”; no sabemos si Narciso lo era, Narciso significa “Estupidez”. Este es el único nombre de entre los que Pablo menciona, que no revela una característica o virtud de Jesucristo, probablemente Narciso no era creyente. Esto sugiere que Dios no desecha a las familias de los no creyentes.
Pablo concluye entregando los saludos de aquellos que conocían a aquellos creyentes en Roma,
Timoteo (Honrando a Dios), Lucio (luz blanca y brillante), Jasón (Aquel que Sanará), Sosípater (Salvador de Su Padre), Gayo (Señor), Erasto (Amado), Tercio (quien escribe por dictado de Pablo) y Cuarto cuyos nombres eran comunes entre los esclavos, lo cual nos reitera que ante Dios:
No hay Judío ni Griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús. Gal. 3:28-29
Todos estos nombres de estas Epístolas Vivientes, se encuentran “sellados ” con esta frase:
“La Gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes, Amen.” (Rom. 16:20 y 24)
Solo con esta Gracia podemos ser Epístolas del Amor de Dios y dar a conocer su Nombre. La Epístola a los Romanos nos ha convencido de ello.
Curiosamente, en medio de estos saludos, Pablo, repentinamente se detiene para prevenirlos de algo bastante serio, que estudiaremos en el próximo mensaje.
Shalom