Después de haber entendido un poco por qué Job y Pablo sufrieron de más, creo que ahora podemos entender mejor muchos de nuestros propios sufrimientos, gozarnos de aquellas aflicciones que fueron o que serán por causa de Su Nombre y aquellas por causa nuestra quizá se presenten menos. Esto lo haremos descansando bajo su Gracia – justificados por la obra de Cristo en la Cruz y no por nuestra propia justicia y a través de nuestra buena opinión de Dios, en la cual se traduce la fe, pues la fe es una respuesta a la benevolencia de Dios que producirá en nosotros una expectación del bien.
Vimos cómo Job recibió fe en un mediador al escuchar la palabra de Eliú y nosotros recibimos la fe al oir la Palabra de Cristo, – El Ungido de Dios, Dios Encarnado, Nuestro Jesús Resucitado.
Este oír en el griego original está escrito en presente continuo, no en presente perfecto. Quiere decir que la fe no viene por “haber oido” sino por el oir y oir y oir, continuamente sin cesar, pues la Palabra de Cristo es Palabra Viva y aunque es eterna, equivale en términos modernos a la comida orgánica sin preservativos artificiales cuya expiración es muy corta y que si no se ingiere de inmediato se descompone y no se aprovecha, tal y como sucedía con el Maná.
De esta manera, la Palabra que recibimos continuamente imparte fe como si la hubiéramos escuchado por primera vez, habilitándonos a ejecutarla. Recordemos que lo que no es de fe, es pecado (Rom. 14:23) y sin fe es imposible agradar a Dios (Heb. 11:6), por tanto si no viene por el escuchar la palabra de Cristo, las obras producidas, aún siendo buenas bajo los estándares humanos, no serán de fe, pues la fe que cuenta para salvación es la fe en Jesucristo, y no en nosotros mismos o en otros humanos. Estas obras son conocidas en la biblia como “obras muertas”, obras nacidas de nuestro propio esfuerzo.
Especialmente en el momento de tomar decisiones importantes, esa Palabra Viva y fresca podrá ser la diferencia entre el éxito y el fracaso, dándole vida aún a nuestras situaciones muertas. Sabemos que es viva porque nuestro Espíritu da testimonio con un Amén en nuestro corazón basado en su “Paz” y en su seguridad y no en incertidumbre o inquietud.
La religión nos enseña que debemos esperar su paz para saber si Él nos da la luz verde, mas eso significaría que la inquietud es el estado normal, mientras que la paz debe ser el estado normal del cristiano. Si tú vives lleno de su Espíritu a toda hora, la luz roja sería el indicador en el momento de una decisión.
El aprender a escuchar su voz requiere de muchos momentos de intimidad con El, donde El
“hable” la mayor parte del tiempo y nosotros “escuchemos” la mayor parte del tiempo, tal y como lo hacía María, la hermana de Martha, a quien Jesús le dijo:
pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.” Lucas 10:42
No se trata de seguir un ritual rígido diario donde tomemos pose religiosa, con todos nuestros pendientes y preocupaciones corriendo por nuestra cabeza y apuntándonos al reloj. No es la cantidad de tiempo, o de actividades religiosas – cuantos capítulos de la Biblia leemos diario, o cuantos minutos oramos lo que nos garantizan el conocerle bien y reconocer su voz, sino qué tanto nuestro corazón anhela contemplarle en su escritura y escuchar su voz; que tanto le damos valor y prioridad a su palabra.
Mas será difícil poder escuchar cuando nuestra mente está llena de ruido por causa de nuestras ansiedades y preocupaciones y esto nos impedirá entrar en su descanso,
Este “humillarnos” diario, este depender de su Gracia nos habilitará para afrontar ese día, así es como el alimento espiritual funciona. Ese es el principio del Maná. No te sientas culpable si solo puedes leer en la noche, esa palabra te hará despertar renovado y habilitado para enfrentar tu nuevo amanecer, mas aquellos que nos quedamos dormidos leyendo en la noche debemos asignarle un mejor horario.
Mas si esperamos que nuestras actividades, obligaciones y pendientes nos permitan hacer “la sola cosa que es necesaria”, o dejen de impedírnoslo, el tiempo se nos irá en apagar los incendios que el diablo nos encienda y la mala hiedra de nuestras situaciones devorará la semilla que aun quede, sin poder contar con fuerza ni sabiduría para erradicarlas permanentemente, robándonos nuestra esperanza y prolongando nuestro paso por el Valle de Sombra de Muerte.
Vimos anteriormente que escuchar a Dios tiene tanta importancia como el tener una buena opinión de Dios, más de acuerdo a Rom. 10:17, esta fe o buena opinión de Dios, surgirá de nuestro continuo “oír escuchando”.
Cada que El Señor le hablaba a Israel, por lo general comenzaba: “Escucha Oh Israel”. Vimos anteriormente que la palabra Escuchar es el hebreo “Shama”, la cual ha sido traducida también como “Obedece”; por tanto escuchar significaba vida o muerte para el pueblo de Israel y este significado no ha cambiado mucho el día de hoy.
En 1 Reyes 3:9 vemos a Salomón orando por un “corazón con mucho entendimiento”, o un corazón dócil o comprensivo, según las diferentes traducciones, mas nuevamente mirando el hebreo la palabra usada es “shama” ¡un corazón que escuchara! Como resultado, el mundo entero sabe de la Sabiduría de Salomón – ¡Dios le otorgó su petición!
Salomón oraba así porque en aquel tiempo el Espíritu Santo aún no habitaba en los hombres como tenemos hoy el privilegio al recibir a Jesucristo por decisión propia. Mas esta es una promesa cumplida en la vida de los Hijos de Dios, nacidos de su Espíritu, pues Dios dijo que El reemplazaría el corazón de piedra por uno de carne, por un corazón sensible. (Ezequiel 36:26).
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela á Dios, el cual da á todos abundantemente, y no zahiere (sin reproche) ; y le será dada. Santiago 1:5 RVA.
Shalom.