Continuando con la Raíz del Problema, la Palabra de Dios nos muestra como Adán fue despojado de su posición de descanso en el Jardín del Edén, un lugar de trabajo consumado donde todo le había sido suplido. (Gen 3). Esto sucedió cuando el diablo le hizo creer que tenía que calificar para ganarse todas esas cosas que él ya tenía. ¿Cómo lo hizo? vendiéndole a Adán una identidad errónea: “si comes de este árbol serás como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gen 3:5). Mas Adán ya era como Dios, pues fue creado a su imagen.
En ese momento, de ser “Hijo de Dios”, Adán se convirtió en esclavo del diablo, se volvió pobre y se consumió tratando de proveerse a sí mismo y su familia lo que antes tenía gratuitamente, con su propio esfuerzo y estrés – el sudor de su frente. Pero antes de que comenzara a estresarse y consumirse para vivir pobre, lo hallamos escondido en el Jardín y lo oímos diciéndole a Dios:
“Te oí en el huerto, tuve miedo porque estaba desnudo, y me escondí.” Gen. 3:10
Aquí vemos que su miedo era que estaba “desnudo” – se hayó culpable, pues había desobedecido a Dios: Tomó del árbol prohibido y su culpa lo condenaba. Este árbol no se llama el árbol del pecado, se llama “el árbol del bien y el mal”. Este árbol representa la ley, algo que sólo Dios puede tocar.
Hoy sabemos por qué el hombre no debía comer de este árbol, porque la Ley es la fuerza del pecado (1 Cor. 15:56). La palabra no dice que la ley es la fuerza de la rectitud, o de la santidad, ni el conocimiento de la santidad. La ley nos fue dada no para justificarnos, ni santificarnos, fue dada para mostrarnos nuestro pecado. En otras palabras, la ley fue dada para condenar, por lo mismo la ley es la raíz de la condenación.
Durante las últimas semanas vimos como el diablo usa la ley para crear consciencia de pecado en nosotros, la cual vimos por qué se opone al trabajo consumado y perfecto de Jesucristo en la cruz (Heb. 10:2). También aprendimos cómo la confesión de pecados refuerza esta consciencia. Más ese no es su único método para crear culpa en nosotros , sino a través de sentimientos de “no hacer suficiente”, o la tentación de “hacer para ser”.
¿Te ha sucedido que estás queriendo relajarte y de repente tu atención es atraída hacia la mancha en la pared, hacia las telarañas en el techo, o hacia lo que se te olvidó a hacer? En ese momento, aun cuando estés reposando, te olvidaste de la música que oías para relajarte, o aun de la conversación que estabas escuchando. Estos pensamientos te dicen: “mira lo que no has hecho”, “mira como te quedas corto(a)”. Esta lucha en nuestra mente nos mueve a hacer más, y si la ignoramos, difícilmente será sin el correspondiente sentimiento de culpa.
Ni aun Jesús se le escapó de su persecución. El experimentó esa presión de “Haz para Ser” en el
desierto, (Mat. 4:1-11), cuando el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan”. Mas esta tentación no se trataba del hambre de Jesús, sino de hacer que El probara que de verdad era el Hijo de Dios. La respuesta de Jesús fue descansar en la Palabra que su Padre le acababa de decir al ser Bautizado: Tu Eres mi Hijo Amado, en ti tengo mi complacencia” la cual fue todo “El Pan” que necesitaba para mantenerlo en el desierto durante todo ese tiempo. Nota que el diablo no le dijo “Si eres el Hijo Amado de Dios” el omitió la palabra “amado”.
Cuando estás seguro de quien eres no tienes que hacer nada para demostrarlo ante los demás, pues es suficiente con que tú lo creas. De igual manera tu batalla espiritual consistirá en cuestionar lo que tú eres, y presionarte a que hagas para convertirte en algo que ya eres: la Rectitud de Cristo, un Hijo de Dios, un Sacerdote Real, sentado con Cristo en lugares celestiales junto con el Rey de Reyes a la derecha del Padre.
Ya vimos anteriormente como lo hace, poniéndote bajo la ley para poder acusarte cada que hagas o no hagas lo suficiente, para que te sientas culpable y condenado y aun abandonado por Dios, aunque todo esto sea mentira.
Antes de ser nacidos de nuevo, aunque hiciéramos el bien, aun estábamos muertos en nuestros pecados. Mas una vez que nacimos de nuevo, la carne en nosotros cuya naturaleza es de pecado, necesita ser puesta bajo la Gracia de Dios para que de esta manera el pecado no tenga dominio sobre nosotros (Rom. 6:14)
Mucha gente a pesar de haber recibido su redención aun está atrapada en adicción, pecado sexual, o patrones de conducta que les impide florecer. Mas de esto no son del todo culpables, pues la iglesia de Cristo ha reemplazado la Gracia de Dios y su trabajo consumado por las obras de la ley. Si permanecemos bajo la ley, siendo esta la fuerza del pecado, éste se manifestará con más fuerza. Mas si el Evangelio de Gracia se predicara sin adulterar, el Hijo de Dios sabría sin dudar que ha sido eternamente perdonado, y conocería su nueva identidad en Cristo, que es de reposo y total dependencia de Dios. Al creer estas dos verdades no tendremos que hacer para tratar de convertirnos en lo que ya somos en El.
De esto hablaremos mañana.
Shalom.