Gran llanto en Egipto de -Arthur-Hacker
El pueblo de Israel debió haber experimentado el temor directamente cuando recibieron la instrucción de la pascua. (Éxodo 12) Después de haber visto las 9 manifestaciones del poder de Dios en su favor, una obra de su fe era necesaria para dar la estocada final a su opresor: el derramamiento de sangre del cordero de pascua para que el ángel de la muerte no tocara a sus primogénitos. ¿Cuanto debieron valorar su protección y su libertad, al saber que un cordero había pagado tal precio? ¿Cómo debió haber sido aquella noche en la que oyeron los gritos a su alrededor por cada primogénito que este ángel tocaba? ¿Cuál era su seguridad de que el ángel no los destruiría a ellos? La Palabra que Dios les dio por boca de Moisés: La Sangre del Cordero.
La sangre les será a ustedes por señal en las casas donde estén. Cuando Yo vea la sangre pasaré de largo, y ninguna plaga vendrá sobre ustedes para destruirlos cuando Yo hiera la tierra de Egipto. Éxodo 12:13
Mientras ellos cubrieran su puerta con esa sangre, “calificarían” para la protección de Dios y para su liberación inmediata. Salieron de Egipto con oro y plata y entre más de un millón de personas incluyendo mujeres y niños, no hubo un solo enfermo entre ellos. (Salmo 105:37) Recibieron todo lo que necesitaron en el desierto sin tener que trabajar por ello como estaban acostumbrados y durante ese tiempo sus ropas no se desgastaron. Desde ese día, Israel celebra la pascua cada año hasta nuestros días. Con ésta ellos conmemoran su libertad de Egipto y aunque la mayoría de ellos no han creído que Jesús sea ese Mesías a quien ellos esperan, con los elementos de la pascua lo anuncian. Simplemente su pan sin levadura, o pan de aflicción, (Deut. 16:3) conocido comunmente como Matzoh,
el cual era perforado y pasado por el fuego, proclama a Jesucristo como esa oveja en cuyo cuerpo traspasado, cayó todo el fuego del juicio que el hombre teme llevar sobre si mismo. El mismo Jesús celebró la pascua toda su vida, hasta el día que la celebró por última vez con sus discípulos la noche en que fue arrestado. En esa Ultima Cena nos dejó la provisión más grande para mantenernos sanos y protegidos en esta tierra: La Santa Comunión, la cual simboliza el Nuevo Pacto que sustituiría al que existía entre Dios y su pueblo, y el cual su pueblo no pudo guardar.
Y tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: “Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado; hagan esto en memoria de Mí.” De la misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes. Lucas 22:19-20
En memoria significa en conmemoración, tal y como cuando conmemoramos a los héroes de nuestra patria, hacemos ceremonias y monumentos y dedicamos el día a recordar sus grandes obras o victorias. De esta manera, cada que este pan y esta copa son tomados, anunciamos su muerte, y proclamamos su resurección, celebrando la victoria sobre la batalla más grande que jamás se haya llevado a cabo en la historia del hombre, la batalla por nuestra inmortalidad. Esta celebración declara ante las tinieblas el Pacto que nuestro Padre tiene NO con nosotros, sino CON SU HIJO, en nuestra representación. Este acto nos mantiene conscientes de ese pacto infalible e indestructible y de esa sangre que le recuerda a nuestro espíritu que nuestro pecado ya fue removido. La Cena del Señor sigue vigente, hasta el día que la tomemos con Jesucristo en el cielo.
Recordemos que la pascua era sólo la “sombra” o representación profética de lo que la sangre del verdadero cordero haría. Cuánto más debíamos esperar nosotros los que tenemos nuestra fe en esa sangre salvadora, la cual nos volvió de la Ley a su Gracia en la que nada depende de nosotros y todo depende de Él. Su cuerpo destrozado por nuestras enfermedades, y dolencias; su sangre derramada por nuestras iniquidades y ofensas, sangre que lo perdona todo, que lo limpia todo, que lo compró todo para nosotros. Esta es la “declaración” más grande de nuestra fe, nuestra “campana de la independencia”, que grita nuestra libertad, ¡nuestro jubileo! con “la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve” (Heb. 11:1) Esta consciencia de este pacto de sangre, es la que nos mantendrá sanos y protegidos, tal y como lo hizo con el pueblo de Israel en Egipto. Sin embargo, siendo los beneficiarios de tan invaluable pacto, ¿por qué muchos cristianos no son libres, porque muchos no tenemos oro ni plata y estamos en deuda, y por qué hay tantos cristianos enfermos entre nosotros, muchos de ellos con enfermedades mortales y aun muertes prematuras? Todo lo que hemos estudiado hasta hoy contribuye, la falta de conocimiento o de revelación de Jesucristo y de su trabajo consumado, que resulta en falta de seguridad de nuestra salvación, en condenación y culpa, y por consiguiente en falta de fe. Mas en esta área la Biblia nos dejó la respuesta claramente y en mi siguiente mensaje entenderemos por qué. Shalom