Puesto que este capítulo 9 es acerca de Israel, continuaremos entendiendo por qué aun siendo la “Niña de los Ojos de Dios”, este pueblo continúa sufriendo tanto sin poder heredar libremente todo lo que nuestro Abba Padre tenía para ellos, y por qué las naciones siguen contendiendo por esa tierra con tanto odio.
Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que “por Isaac será llamada tu descendencia.” Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes Rom. 9:6-8
La escritura afirma aquí que no todos los descendientes directos de Ismael o de Isaac son descendientes de Abraham, porque esta descendencia Dios la determinó por fe en su promesa, no por linaje, pues de lo contrario, Ismael, habiendo sido el primogénito de Abraham, sería el legítimo heredero, mas Ismael fue hijo de Abraham según la carne, (Gal. 4:23-29) y Dios no acepta nada que venga de la carne, es decir, del esfuerzo propio, “de la Ley” , por tanto Dios le dijo, “El hijo de la esclava no heredará junto con la libre” Gal. 4:30
Por esta misma razón, Dios tuvo que esperar hasta que Abraham ya no pudiera “intervenir”, para que su promesa – Isaac, pudiera cumplirse, para que así nadie dudara del poder del Dios en el que Abraham había creído, y para que se conociera que Dios no depende ni necesita de nuestro esfuerzo.
Así mismo, aunque Esaú fue el primogénito de Isaac, fue Jacobo, “el Usurpador” quien tomó el lugar de su hermano. A esto se debe que ni los descendientes de Ismael, los árabes, ni los de Esaú – los palestinos, admiten el derecho sobre esa tierra de los descendientes de Jacobo, cuyo nombre Dios cambió por “Israel” que significa “Príncipe”.
Porque la palabra de promesa es ésta: “Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo.” Y no sólo esto, sino que también Rebeca concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac. Porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a Su elección permaneciera, no por las obras, sino por Aquél que llama, se le dijo a Rebeca: “El mayor servirá al menor.” Tal como está escrito: “A Jacob ame, pero a Esaú aborrecí.” Rom. 9:11-13
Esta escritura nos habla nuevamente del Propósito de Dios que vimos en mensaje anterior, “conforme a su elección”, conforme a su Gracia, no por las obras, no porque Esaú era el primogénito, Dios lo escogió a él, y no porque Jacobo fuera el “usurpador” lo descartó, no porque uno hubiera hecho mérito alguno, sino porque Dios quería y siempre querrá que sea por su Gracia, para que toda la gloria sea puesta en Su Hijo Jesús y no en nuestro mérito, por tanto en ellos tipificó qué Jesús tomaría nuestro lugar; de esta manera, quien lo merecía todo y lo tenía todo lo dio todo al que no tenía nada ni merecía nada – nosotros.
Como lo explica nuevamente, la versión “The Message” (El Mensaje)
“Lo que Dios hizo en este caso hizo perfectamente simple que su propósito no es el de “atinar o fallar” dependiendo de lo que hacemos o no hacemos, sino algo seguro determinado por SU decisión, fluyendo constantemente por su propia iniciativa. Dios le dijo a Rebeca, “El primogénito de tus gemelos tomara el segundo lugar”. Más tarde esto se convertiría en una cruda ironía, “Yo amé a Jacobo y odie a Esaú*”. Rom. 9:10-13
* Pablo está citando Mal 1:2-3.
¿Acaso es este el motivo para quejarnos de que Dios es injusto? No se apresuren por favor. Dios le dijo a Moisés, “Yo estoy a cargo de la misericordia. Yo estoy a cargo de la compasión”. La compasión no se origina en nuestros corazones sangrantes o nuestra dulzura moral, sino en la misericordia de Dios. El mismo caso fue hecho cuando Dios le dijo a Faraón: “Yo te escogí como un actor secundario en este drama de mi poder salvador”. Todo lo que estamos diciendo es que Dios tiene la primera palabra que inicia la acción en la que tomamos parte para bueno o malo. Rom. 9:14-18
Si creemos que Dios es injusto, tendríamos que reconocer que Jesús no merecía tal castigo, sino nosotros. Como lo dice el pastor Joseph Prince: “Si Dios quiere toda la Gloria, déjenlo que haga todo el trabajo”, y aunque ésto suena “desafiante” para el hombre, la escritura nos confirma que éste es el propósito de Dios: Él quiere hacer todo el trabajo, de hecho, ya lo hizo, cuando su Hijo gritó: “¡Consumado Es!” (completado, que nada necesita añadirse).
Dios quiere que dependamos de El en todo; él quiere ser tú todo. Como lo mencioné antes, El no recibe nada de la carne, de tu propio mérito, de tu propio esfuerzo, de tu propia justicia. La obra del primer “Adán” ha tomado el segundo lugar; la obra del Segundo Adán ha tomado el primero por ser superior ; a su vez, El Hijo mayor ha venido a servir al menor, a todos nosotros, y solo estando en El, podremos nosotros tomar el primer lugar, el lugar a la derecha del Padre junto con El, el lugar de rectitud.
Shalom.