Nota aclaratoria: Este mensaje ha sido editado el 15 de enero de 2017 con correcciones basadas en un mayor entendimiento de la Cruz. La serie completa sera publicada proximamente.
En las semanas pasadas comenzamos a escudriñar las escrituras acerca de la Sagrada Comunión, o “Cena del Señor”, de la cual participamos como Sacerdotes Reales. Resumiendo, vimos cómo la sanidad está incluida en la Cruz como parte de la salvación, y cómo nuestros “sicómoros”, o nuestras “montañas”, nuestros problemas, o enfermedades, con nuestra fe conectada a la Fe del que lo puede todo, podrán ser removidos de nuestra vida.
Esto no es magia, ni poder mental, ni el poder de nuestras palabras positivas, es su Gracia, que recibimos al creer, es decir, al ser persuadidos de cuan grande es el amor de Dios y el poder que levantó a Jesús de los muertos, el Espíritu Santo, quien habita en nosotros por medio de la fe en Jesucristo.
También vimos como la Santa Cena es nuestra “Máxima Declaración” delante de las tinieblas de que hemos creído, y tomándola frecuentemente seremos persuadidos a descansar y a dejar que Dios se encargue de todas las cosas que están contendiendo por nuestra paz: enfermedades, adicciones, problemas financieros, problemas matrimoniales, y toda forma de maldición de la Ley que ya no tiene derecho sobre nosotros.
Mucha gente se abstiene de tomar la Santa Cena porque se siente indigno, porque se les ha enseñado que si hay pecado en ellos, no pueden venir a la Mesa del Señor. Sin embargo, como lo hablamos durante nuestro estudio de “La condenación”, ésta es una estrategia más del enemigo para mantener a los Hijos de Dios inactivos y neutralizados, sin que podamos recibir de su Gracia, por no sentirnos merecedores. Esa enseñanza está basada en esta escritura:
Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; más siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. 1 Cor. 11:28-29
Quiero pedirte que si no has leído el estudio de la Consciencia de Pecado, lo hagas para que entiendas de qué estoy hablando. En él explique como esta “Mala Consciencia” fue removida en la Cruz (Heb. 10:2)
Desde que Cristo dio su Sangre vivimos bajo un Nuevo Pacto, también conocido como “La dispensación de la Gracia. Gracia es “Gratis”, así que todos los que participamos de la Santa Cena lo hacemos por su Gracia, porque su Gracia nos hizo dignos. Aun si tratáramos de hacernos dignos, no hay nada que podamos añadir a lo que Jesús ya hizo. De hecho, la única manera de caernos de su Gracia es tratar de merecerla por nuestras obras (Gal. 5:4). Por lo mismo, lo que nosotros llamamos “nuestra indignidad” nos califica para recibir su Gracia.
Al decir “indignamente” Pablo se refería a la actitud de tomar por poco la Sangre de Cristo, aquellos que lo reconocieron como Mesías, mas seguían ofreciendo sacrificios de animales para estar “más seguros”. Hebreos 11:29 los prevenía de no tomar la Sangre de Jesús como “inmunda”, como si la sangre de toros y cabras pudiera lograr más de lo que la Sangre de Cristo logró.
De hecho, la palabra griega usada para “indignos” es anaxiōs, que significa “de manera indigna” no se refiere a la persona, sino a la actitud con la que la persona recibe la comunión, sea porque no han recibido a Jesucristo como su ofrenda por el pecado, o porque la traten como un simple ritual, sin ninguna apreciación de lo que simboliza, o como si fuera poca cosa, como arriba lo mencioné.
Por lo anterior, si tus niños, quieren participar, guíalos tu mismo(a) diciendo frente a ellos: Este es Su Cuerpo y esta es Su Sangre, para que comprendan el valor del sacrificio de Jesús, y hazles saber lo que su Sangre logró por ellos para su fe surja y ora junto con ellos.
Por tanto, al decir “examínense a sí mismos, no era para buscar pecado en ellos. ¿Recuerdas que el pecado fue TOTALMENTE pagado, quemado, enterrado y que de nuestros pecados Dios no se acuerda más?
El examinarte a ti mismo(a) es para reflexionar: “¿Estoy creyendo el Evangelio de Gracia de nuestro Señor Jesucristo? ¿Estoy valorando el cuerpo del Señor? ¿le estoy dando la apreciación y la importancia que tiene a la Cruz? ¿He aceptado que Jesús sea mi ofrenda por mis pecados? ¿He creido que el trabajo consumado de Jesús en la Cruz sea suficiente para mi perdón? ¿He aceptado ese intercambio divino con el Señor, en el que El lleva mi vida de maldición y esfuerzo bajo la Ley y yo llevo su rectitud y su vida de descanso bajo su Gracia? Estas serían algunas cosas a examinar.La falta de este discernimiento resulta en juicio – de la palabra griega “Krima”. Cuando el hombre cayó, el juicio de la Ley le cayó encima resultando en esfuerzo, estres, dolor, sufrimiento, enfermedad, pobreza y finalmente muerte. Por lo mismo la Santa Cena te recuerda que este juicio cayó sobre Jesús y ya no está sobre ti. Por último, en el versículo 31-32, leemos:
Pero si nos juzgáramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. 32 Pero cuando somos juzgados, el Señor nos disciplina(paideuo) para que no seamos condenados con el mundo.
Al tener tu fe en la Sangre de Jesús, en su sacrificio y muerte en sustitución tuya, ya has sido juzgado en el cuerpo de Jesús, ya no serás juzgado dos veces; mas si habiendo escuchado de la Cruz, tomaras la Cena del Señor sin creer en lo que Él hizo, no estarás discerniendo su cuerpo, lo que aquí dice es que El Señor nos “enseña” o “entrena” que es el significado de la palabra griega “paideuo” traduida como “castigar”, en este momento el Señor te está enseñando o entrenando a apartarte de toda condenación de ti.
Si no estuvieras convencido de que Su Sangre fue suficiente, aún si la estuvieras tomando por poco, Dios no te desecha, más en el fondo de tu corazón, seguirás esperando el juicio de la Ley, el cual se manifestará en forma de ira, autocastigo, enfermedad, o apariencia de maldición y aún muerte, pues tu fe está neutralizada y siendo tu escudo, no podrá protegerte contra los ataques del diablo. Mas Él seguirá persuadiéndote para que no participes de la condenación a la que están destinados los que rechazan el regalo de Salvación de las manos de Jesucristo.
Shalom.