Le tomó a Pablo los primeros 3 capítulos de Romanos para fundar su argumento en contra de la Ley y hacer su caso en favor de la Gracia; ahora le tomará otros más para fundar las bases en las que la Gracia fue establecida. Recuerda que Dios es un Dios de Justicia. Muchos de nosotros tenemos un concepto limitado de lo que la justicia de Dios significa; a veces lo interpretamos como “Su venganza” o “Su juicio”, como su compensación o retribución cuando alguien nos daña, o cuando alguien recibe su justa recompensa, sea buena o mala. Estas acciones son parte de la ejecución de justicia, mas no la de Dios, la base de su Justicia es su Gracia, a través de la cual El nos da hace el bien que necesitamos y no el mal que según la Ley, merecemos.
Al referirnos a la justicia de Dios, judicialmente o legalmente hablando, nos referimos a su “legalidad” (no legalismo), a su jurisdicción/jurisprudencia, a su derecho de intervenir o de proceder de la manera en que procede, al igual que un abogado tendría que establecerlo ante una corte de Ley.
Pablo establece “jurisprudencia” en el fundamento legal de la Gracia a través de la fe de Abraham, en su confianza y no por sus obras.
Qué diremos, entonces, que halló Abraham, nuestro padre según la carne (antepasado) ? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué jactarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? “Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.” Rom. 4:1-3
Te he mostrado en mensajes anteriores que el hombre no fue diseñado para vivir de sus obras, basado en su conocimiento del bien y el mal, y ¿sabes por qué? Porque los humanos fuimos diseñados para vivir de la fe – para vivir confiando y dependiendo de quien confiamos y para ser influenciados por aquello en quien confiamos; de hecho, todas nuestras relaciones humanas, acciones y transacciones se basan en la confianza. Difícilmente trabajaremos, haremos negocios o viviremos con alguien en quien no confiamos sin experimentar opresión, temor, dolor y en casos extremos, la muerte.
Confianza, de acuerdo al diccionario en linea gratuito “The Free Dictionary” se define como: “total y segura dependencia en la integridad, habilidad o carácter de una persona o cosa”.
El saber el bien y el mal era un papel que solo le correspondía a un Dios omnisciente, y al confiar en El, descansábamos de ese peso, mas el hombre dudó de la integridad, habilidad y carácter de Dios para guardar su vida, dándole su confianza a una serpiente a quien no conocía y en quien no existía integridad alguna, la cual le quitó su “jurisdicción” a Dios. Ahora el hombre ya no podría depender de Él, no porque Dios no lo perdonara, sino porque al “confiar” en la serpiente se ligó a ella como con un contrato con todas las cláusulas en su contra, por el cual le transfirió todos sus derechos y posesiones, cambiando su vida abundante al lado de Dios por una vida de opresión, temor, dolor y muerte, dominada por el diablo.
Desde entonces, aunque Dios intervenía en favor del hombre, lo hacía dentro del límite de su nueva jurisdicción, pues el hombre ya no le pertenecía y cortado de su Espíritu del cual dependía, no podría darle su vida. Ahora Dios tenía que crear nueva “jurisprudencia” – una manera legal para tomar de nuevo “jurisdicción” sobre los hombres, y ésta solo podría basarse en nuestra total confianza, esta sería la invitación que al aceptarla el hombre, le abriría la puerta a Dios para intervenir en nuestra vida y rescatarnos de ese contrato, mas esta confianza estaba “rota” ; mientras tanto, Dios sólo podía mostrar su misericordia de lejos, similar a aquel hombre que tiene compasión de un niño ajeno y le da una ayuda y no como un padre que le da su provisión diaria a su hijo.
Mas aun a mis propios hijos adultos, no siempre puedo hacerles todo el bien que quiero, ni influenciarlos como quiero, pues primero ellos tendrían que creer que lo necesitan, además de confiar en que yo tengo su ayuda y recibirla.
Tristemente, nuestra confiabilidad se dañó con la caída del hombre, por lo cual confiar solo surge naturalmente cuando somos niños, durante nuestra etapa inocente, hasta que se nos da a conocer “el bien y el mal”. Una vez que el conocimiento del “bien y del mal” se apoderó del hombre, el confiar sería un riesgo que correríamos con cierto temor. Confiamos en nuestros padres, mas dudamos de su amor cuando actúan contra nuestros deseos; confiamos en nuestros hijos, mas desconfiamos de ellos si no se comportan como esperamos; confiamos en nuestros esposos, mas en el fondo, tememos que nos engañen, pues ya no somos “inocentes” como el hombre lo era en el huerto, cuando confiaba en su Padre.
Es por ello que uno de los dolores mas grandes que el ser humano experimenta, después de la muerte de un ser querido, es que alguien rompa nuestra confianza, pues en el fondo de nuestro corazón sabemos que la integridad y el carácter del hombre son “falibles”, por consiguiente, nuestra confianza en todo lo que el hombre produce está sujeta a su falibilidad. Irónicamente, al mismo tiempo en que el hombre se proclama super-hombre, avanzado, civilizado, educado y capaz de lograr lo increíble, mas escuchamos de personas que sufren y aun mueren en manos de sus padres, de sus hijos o aun de sus cónyuges o de aquellos que se juran amor eterno. Por lo mismo la biblia dice “maldito aquel que confía en el hombre…..” (Jer: 17:5). Sin embargo, con Dios no corremos ese riesgo, pues Dios es Justo, e “infalible”.
Dios preparó la manera legal de rescatar al hombre y de tener de nuevo jurisdicción sobre nosotros y sobre la tierra, y la invitación nos vino por medio de Abraham cuando creyó que Dios era digno de confianza, lo cual demostró al aceptar entregar a su hijo Isaac(Gen.22:2). Esta acción de Abraham, resultado de esta confianza en Dios que surgió décadas atrás (Gen. 15:6, Rom. 4:3, Gal. 3:6, Santiago 2:23), le abrió la puerta a Su Hijo Jesucristo, lo cual Dios tenía en mente desde el principio para sacarnos de ese contrato fraudulento que el hombre había “firmado” sin leerlo, y esto es posible tan solo creyendo en su integridad, habilidad y carácter para hacerlo.
Así fue como Dios triunfó en su corte celestial contra su adversario, cuyo nombre es “Hassatan” – “el acusador” (ante una corte de Ley). Ya no hay ningún contrato contra ti. Esta es la justicia de Dios – esta es Su Gracia. Creer en Su Gracia es lo único que te será contado como justicia o rectitud.
Te invito a leer Romanos 4, en el cual continuaremos la próxima semana.
Shalom