Fue el testimonio – el “martirio” de Jesús el que venció al diablo (Ap.12:11) y fue la noticia de Su testimonio la que revolucionó al mundo, por la cual muchos testigos de Jesús han perdido su vida, incluyendo uno de sus perseguidores más apasionados – el Apóstol Pablo, quien al haber sido persuadido de la verdad por el mismo Señor Jesucristo, se “arrepintió” y Dios usó su pasión por la verdad para extendernos la invitación a los no judíos a ser parte de esta Cena – Las Bodas del Cordero.
Sin haber podido impedir su rotundo fracaso, el diablo solo puede impedir que esta extremadamente Buena Noticia de absolución y libertad sea llevada a todo el mundo, pues cuando esto suceda, su fin vendrá (Mat. 24:14; Mar. 13:10). Fue por esta razón que edificó Babilonia La Grande, de donde envía a sus misioneros, vestidos como “ministros de rectitud”, eficaces para confundir al mundo con doctrinas de hombres.
No amado(a), no solo me refiero a las enseñanzas de las religiones no cristianas, te hablo de las que dentro de la iglesia cristiana han suplantado el Evangelio de Gracia con métodos de esfuerzo humano que lo diluyen y adulteran con la levadura de la Ley, la cual es la fuerza del pecado (1 Cor. 15:56); este método, llamado por Pablo “El ministerio de muerte“, llena a la gente de culpa e inseguridad con sus malas noticias de condenación y juicio y los hace correr una carrera que los lleva a la frustración, a la incertidumbre, al agotamiento y aun a la muerte al dejar a Cristo sin efecto (Gal. 5:4).
Muchos de estos ministros se han colocado en el lugar de Jesús como “intercesores”, como pastores, maestros, profetas o aun como salvadores, logrando extraviar a muchos, especialmente aquellos que rechazan la verdad.
En el otro extremo están aquellos “expertos” que intentan borrar de la historia el testimonio de la vida, muerte y resurrección de Jesús, negando también su divinidad. Más si Jesús no es Dios, ¿Cuál sería nuestro lugar delante de Dios?
Si Jesús y Dios no son uno sólo, no están unidos. Si Jesús fue sólo un hombre, un líder religioso como cualquier otro, y no uno sólo con Dios, no podríamos nunca unirnos a Dios, por nosotros mismos. Si estamos unidos hoy es simplemente porque Jesús llevó a la humanidad en si misma en su muerte y resurrección.
Si ésta no sucedió, estaríamos en el mismo lugar de antes de que Jesús naciera, sintiéndonos todos separados de Dios, (Is. 59:2; Ef. 2:14-16); indignos, condenados a vivir caídos de la Gracia de Dios (Gal. 5:4), confiando en las obras de la Ley – “bajo la maldición” (Gal. 3:10), que es lo que la Cruz representa, esperando que lo bueno que hacemos compense lo no tan bueno, y que no nos vaya tan mal al llegar del otro lado, pues la mayoría de los humanos saben en su corazón que hay un mas allá. No fuimos diseñados para morir.
Si Él no hubiera tomado nuestro lugar en esa Cruz, moriríamos en este lugar de maldición sin la esperanza de un destino glorioso a su lado, pues habiendo Dios ya rechazado el camino del esfuerzo humano y de las obras muertas, desde el intento de Caín, nada podríamos hacer ; estaríamos condenados a vivir bajo la maldición de la Ley para siempre (Gal. 3:13), pues bajo las obras de la Ley nadie pudo ser, ni será jamás justificado delante de Él; (Rom. 3:20; Gal. 2:16; Gal. 3:11; Gal. 5:4)
Curiosamente, muchos que niegan o rechazan a Jesús esperan la resurrección, mas si Jesús no resucito, nadie podrá hacerlo; Su sacrificio por nosotros no habría valido y nuestra esperanza sería vana (1 Cor. 15:14); seguiríamos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef. 2:4-6; Col. 2:13); viviendo la vida del hombre terrenal en la que todos somos hallados culpables, aun los que se creen muy justos y buenos (Sant. 2:10; Deut. 28:13).
Si Jesús no ascendió, tampoco habría un hombre perfecto que pudiera representar a la raza humana en la Trinidad , o quien pudiera marcarnos (identificarnos) con su Espíritu (1 Cor. 15:45), pues su Espíritu nos fue enviado después de su ascensión, por tanto, nuestro espíritu muerto nunca habría sido vivificado (1 Cor. 15:22; 1 Pedro 3:18), no existiría la Nueva Criatura (2 Cor. 5:17), que ha sido unida en unión inseparable de nuevo al Padre, en el mismo Espíritu en el que fuimos creados (1 Cor 6:17), y cómo vivir la vida celestial, sin estar sentados junto con Él en los lugares celestiales (Ef. 2:6-7).
Muchos han sido enseñados que Jesús fue crucificado, pero que no murió, sino que fue levantado al cielo temporalmente; otros dicen que alguien lo curó y hoy vive en Cachemira… más si Jesús nunca murió por nuestros pecados, estos tarde o temprano nos pagarían con la muerte – no solo la muerte física, la muerte eterna (Rom. 6:23; 1 Cor. 15:56; Ez. 18:20), lo cual sería devastadora noticia, pues ésto significaría que en nuestra consciencia continuamos enemistados con Dios (Rom. 5:10; Ef. 2:15-16), algo preocupante, al pensar que Él regresará a poner a sus enemigos bajo sus pies (1 Cor. 15:26).
Cual sería nuestra esperanza para esta vida bajo nuestro opresor el diablo, quien jamás habría sido vencido con su propia arma (Heb. 2:14-18), lo cual Él no quiere que se sepa, por razones obvias. Muchos aún se atreven a adorarlo, o a sugerir que no existe tal cosa como el pecado, ni aun el diablo, más entonces ¿quién es el que sacude a las naciones a través de tanta acusación y juicio, venganza, castigo, temor, maldición?
Mientras esto sucede, los que afirman que la Biblia es la Palabra de Dios, siguen intentando ponerse de acuerdo en sus doctrinas, creando mas confusión, mientras que ignoran a la Palabra de Dios hecha carne y la dejan sin efecto al querer justificarse por las obras de la Ley…. De ninguna manera niego el valor de la Escritura en su idioma original, ni su valor profético, en el contexto de a quién anuncia – a Jesucristo y a su obra de redención mas el fin de la Escritura era anunciarnos nuestra salvación a través de Él y nuestra herencia, y no nuestra condenación y manipulación, que es la manera en que se usa hoy. Ciertamente, esa verdad anunciada en la escritura es de lo nos será revelado en la Revelación de Jesucristo, que es el significado original de Apocalipsis.
¡Las túnicas que Él llevaba estaban bañadas en sangre, y su Nombre siempre ha sido la Palabra de Dios! (Él es el Logos que era antes de que el tiempo fuera; la totalidad de la profecía; ¡La Encarnación! ” Rev. 19:13, El Espejo de Francois Du Toit.
Curiosamente, todos aquellos que afirman que Jesús no es quien es, intentan lograr las mismas cosas que ellos dicen que Jesús no logró: Por sus obras muertas creen que serán perdonados, con su propio esfuerzo e ilusiones de su imaginación creen poder ser limpiados, ser sanados y restaurados en cuerpo y alma, ser prosperados, vivir larga vida jóvenes y hermosos, para lo cual toman anti-oxidantes y aún hablan resucitar o de llegar al cielo al morir. Lamentablemente, ese será el engaño de Babilonia, por esta razón su humo subirá por los siglos de los siglos (Ap. 19:2).
Como lo acabo de mencionar, Jesús es la Palabra hecha Carne. Él tenía que hacerse de carne y sangre, pues la vida del hombre se encuentra en la sangre y por ello derramó toda su Sangre para darnos toda Su Vida (Heb. 2:14-18), Vida en Abundancia (Juan 10:10) y sin esa Su Vida seguimos muertos, sobreviviendo esta vida virtual con respirador artificial que es nuestro esfuerzo.
Solo creyendo el Evangelio de Gracia la gente puede experimentar la Vida de Dios. Lo que los otros evangelios ofrecen es solo una ilusión que te llevará a ser invitado de una cena diferente, la gran Cena de Dios – la de las aves de Ap. 19: 17, 18 y 21.
¿A cual cena deseas asistir tú, amado(a) de Jesús?
Gracia en Abundancia
Rev. May 2020