- La Docencia de la Adolescencia
- Misión no Imposible
- Recordando quienes Somos
- La Gracia al Rescate
- Gracia en Acción
- La Desgracia de la Falacia
- La Gracia y la Verdad
- La Contienda del Universalismo
- La Gracia es Suficiente para Todos
- La Injusticia Original
- La Sangre de Abel
- La Justicia Divina
- La Sangre de Jesús
- El Apocalipsis de los Hijos de Dios
- Imagina con la Fe de Dios
- El Mensaje de La Cabaña
- El Juicio de La Cabaña
- Descanso para Nuestros Adolescentes
- Motivación para Nuestros Adolescentes
- Liberando a nuestros jóvenes
- Libertad y Paz para el Adolescente
- Sexualidad Redimida
- Mentiras que Creemos
- Verdadero Amor y Aceptación
- El Amor Verdadero
- La Regla de Oro
- Amor Paternal
- No Mas Orfandad
- Generación Salva
Esta semana compartiré algunos ejemplos a considerar cuando deseamos o necesitamos ministrar adolescentes, pensando principalmente en aquellos que viven en hogares en donde los padres o figuras de autoridad han creído, aceptado o entendido el Evangelio de Gracia que conocerás en este sitio (porque ya sabemos que hay otros, ¿verdad?); asimismo, pensando en aquellos jóvenes que por algún motivo asisten a las reuniones juveniles de los ministros de este mismo Evangelio de Gracia, ya sea que asistan por voluntad propia o porque su madre les dice lo que cierta madre le decía a su hija adolescente: “si no vas a la congregación, no puedes vivir en esta casa”.
Su hija por consiguiente asistió a la congregación durante toda su adolescencia, aunque no por la fuerza; ella genuinamente se comprometió a ‘ser fiel’ y ‘se esforzó en creer’; ella anhelaba que Dios ‘la amara’ y ‘ser de su agrado’, por lo mismo, asistió a todas sus reuniones y eventos, pasó muchos momentos felices y divertidos con los jóvenes de su iglesia y también asistió a escuela dominical, escuela Bíblica y a escuela de líderes.
Simultáneamente, su madre la vio transformarse de ser una niña dulce y amorosa, libre y segura de si misma, en una joven irritable, totalmente reservada e incapaz de expresar o recibir amor, sin que esta madre pudiera impedirlo y sin saber como romper esa barrera de enojo y dureza que su hija interpuso entre ella y todos los que realmente la amaban; sin embargo, todo aparentaba estar en orden, después de todo ¿qué adolescente no experimenta estos cambios?; además, su hija atravesó por su adolescencia sin meterse jamás en problemas, participando en muchas actividades en su escuela, cumpliendo con todos los requerimientos de sus padres, de sus profesores y desde luego, los de sus pastores juveniles; aún formó parte de su gobierno estudiantil en su preparatoria, cumpliendo tambien con los requerimientos de su puesto hasta su graduación, mientras su madre se dedicó a ‘alcanzar sus metas’ y a cumplir lo mejor que podía sus propios requerimientos y demandas en su hogar, su carrera y su iglesia.
Poco antes de que su hija comenzara la universidad, a sugerencia de sus pastores, aceptó asistir a una escuela de misioneros en un país asiático. Meses después regresó a casa totalmente ’fría’ y agotada; las muchas noches en vela leyendo libros muy gruesos dejaron su saldo en ella; después de haberse sometido a todas las reglas, a todos los horarios, aun a los peligros de ministrar a pueblos en los cuales existe gran persecución, parecía haberse ‘quebrado’ y con la ocasión de la universidad que estaba comenzando, no tardó mucho en ‘apartarse de Dios’.
Una mañana, tiempo después de que esta joven se graduara de la universidad, su madre recibió una llamada de la estación de policía, donde se encontraba detenida por haber intentado conducir su auto llevando un alto porcentaje de alcohol en su sangre, y a otro pasajero en similar condición. Tal pared de separación que esta joven levantó entre su madre y ella, le ayudó a ocultar que no todo estaba realmente ‘en orden’.
A pesar de todo, la Gracia de Dios sobreabundó; por esta misma Gracia, esta chica no logró conducir a su casa por la montaña con su auto viejo, cuya llanta explotó al subirse a una banqueta frente al oficial de tránsito que la detuvo al verlo. Por la Gracia de Dios, los oficiales que la detuvieron no fueron seres sin escrúpulos, y no abusaron de su condición. Por la Gracia de Dios, no logró llevar a su acompañante muy lejos, ni alcanzó a dañar a ningún tercero, como lamentablemente sucede tan a menudo. Por la Gracia de Dios, tal llamada no fue desde la escena de un accidente, o de una morgue, o desde el hospital al que la llevaron cuando por fin le creyeron que se estaba asfixiando, al entrarle un ataque de asma debido al pánico y a no haberla dejado usar su inhalador.
Por último y lo más importante, también por la Gracia de Dios, entre el tiempo en que su hija vivió ‘lejos de Dios’ y su arresto, esta madre había sido grandemente impactada con el Evangelio de Gracia que este sitio da a conocer, por lo que para sorpresa de esta jovencita y contrario a lo que ella esperaba, su madre había aprendido durante ese tiempo solo lo suficiente como para hablarle palabras de Gracia, en lugar de gritos de acusación, amenazas, reproches, versículos bíblicos o mas reglas, logrando así ayudarla a salir de la depresión que la culpa y la vergüenza crean en el individuo, raíz de todo ciclo adictivo.
Asímismo, con paciencia sobrenatural, fluyendo desde lo que surgió sin esfuerzo de la Gracia recibida, esta madre solo le mostró su amor y su aceptación a su hija y caminó junto con ella paso por paso a través de cada una de las dificultades que ella enfrentaría durante el año en el que fue penalizada por haber cometido tal ‘atrocidad’, hasta el día en el que presenció un destello de lo que es la “Gracia de Dios” al escuchar el veredicto del juez para ella: ’no culpable’.
Regresa el próximo martes para que conozcas el desenlace de esta historia.
Shalom y Gracia en Abundancia.