Hace un par de meses que viví la experiencia mas maravillosa de mi vida al recorrer la Tierra Santa. De todo lo que experimenté, no podría escoger momento o lugar favorito, cada lugar y cada vivencia fueron mágicos y únicos de manera indescriptible, y no hubo una sola parte del viaje que me hiciera lamentarme el haber invertido mi dinero y mi tiempo en el mismo.
Caminar por las calles de Jerusalén es una experiencia viva, algo similar a descubrir tus raíces en un antiguo registro, o a visitar esa casa antigua que tu padre mismo construyó pensando en ti, donde aún puedes percibir su esencia y su aroma. Al pasar por ellas y ver su infraestructura, su arquitectura, su tecnología, su gente, no pude mas que pensar que Israel es un milagro. No sólo debido a su belleza y fertilidad en medio de un desierto, sino a su misma existencia, si consideramos que resurgió de las cenizas del Holocausto. Aun nuestra visita al museo del mismo nombre fue un crudo recordar que este grupo de la raza HUMANA estuvo a punto de ser aniquilado de la tierra, en el acto más atroz jamás cometido por la misma raza humana, lo cual sucedió en contra de toda justicia o derecho humano, frente a los ojos y con el permiso de todas las naciones, de todas las religiones. Aún hoy en día, este horror sigue siendo una amenaza para los grupos que habitan en este lugar tan codiciado por tantas culturas, y por las principales religiones del mundo, que hasta el día de hoy contienden por el derecho a esta tierra, donde la Gracia de Dios es tan obvia y relevante para su supervivencia.
Sin embargo, Israel era solamente una pequeña muestra del amor de Dios por la raza humana, de todas las culturas, grupos étnicos y religiones. La mayoría de los sitios que visitamos están ocupados principalmente por iglesias católicas, cuya evidencia de ser el lugar que afirman ser no siempre ha sido totalmente establecida. Sin embargo, aunque los lugares pudieran ser inexactos, no hay duda de que los eventos que estos lugares conmemoran sucedieron en esta tierra de manera fehaciente e irrefutable, apuntando hacia uno solo, Jesús de Nazaret, a quien la Biblia describe como el Salvador, el dador de la vida en abundancia, de la libertad y la paz.
Irónicamente las culturas y religiones que comercian y aún lucran con el nombre de Jesús, y que contienden por cada lugar donde Él pisó, desde su lugar de nacimiento hasta su tumba vacía, no han podido entender la magnitud de los eventos que Jesús vino a culminar aquí, puesto que algunas no han creído en su divinidad, o no han entendido en que consiste la obra que Él consumó y lo que esta representa para ellos, la cual está registrado no sólo en las piedras de Jerusalén, en sus calles, en sus edificios, sino en las Escrituras originales, de principio a fin.
Por lo anterior, lejos de que la voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo, tenemos un mundo muy confundido y lleno de tragedia, de pobreza, de injusticia, de dolor, de desesperación, de adicciones, de enfermedades y de muerte, lo cual va en aumento conforme sus religiones aumentan y sus días se acortan, sin que hasta el día de hoy ningún gobierno, ninguna cultura y ninguna religión puedan erradicarlo, pues el Jesús que vino a morir nuestra muerte para darnos su vida y su reino en su resurrección – su salud, su libertad, su gozo, su paz, y todo lo que pertenece a la vida y ‘la piedad’, ha pasado a ser solo una fábula, sin efecto real en la vida de muchos, aun entre sus propios ‘creyentes’. Tristemente esto nos demuestra que la religión misma es lo que les ha impedido ver. Curiosamente, la palabra Hades significa ‘no ver’.
En Apocalipsis 18:4 Dios nos invita a salir de Babilonia. Babilonia significa confusión.
“¡Salid de ella, pueblo mío, porque no seáis participantes de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas;!”
Shalom.
Revisión Marzo 2024