Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.
Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la Ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? Rom. 7:17-24
Esta es la carne en el sandwich que Pablo nos preparó en Rom. 6-8, para que comprendiéramos la obra de la Gracia sobre el pecado. Esta fue su lucha personal, la cual él nos describe desde el versículo 9 de este Capítulo 7. Este es el efecto de vivir bajo la Ley. Este virus en su carne, llamado pecado, infectaba su vida y lo aprisionaba desde que conoció la Ley; aunque era su placer querer agradarle a Dios, él mismo nos confiesa que no podía.
Muchas interpretaciones se le han dado a la carne: la lujuria, la sensualidad, los deseos pecaminosos, la naturaleza pecaminosa, etc. El Lexicón griego la describe como la parte “sensual o animal del humano”.
Hemos estudiado repetidamente que Pablo se refiere a la carne y a “La Ley” indistintamente. En Mat 26:41; Rom 8:4, 13; 1 Cr 5:5; Gal 6:8 la carne se usa en contraste con “El Espíritu”; así como en Rom 2:28, 29, en donde el corazón y el espíritu se usan indistintamente en contraste con la ley.
Basado en lo anterior, podríamos ver la carne como ese corazón de piedra que no se somete a Dios, pues la carne es enemistad con Dios (Rom. 8:7-8); éste sería un corazón vacío de Dios y de la calidad de vida para la que fue creado, movido por los cinco sentidos, y viviendo de su propia habilidad y fuerza, por tanto sería un corazón cansado, abatido, desesperado, que trata de saciarse o desahogarse sin lograrlo.
En los últimos años mucho se ha escrito en contra de aquellos ministerios que predican el Evangelio de Gracia sin adulterar y en contra de su mensaje. Aquellos que lo malentienden o lo rechazan lo llaman “Hyper-Gracia”, y “vacunan” a su gente contra el mismo, como si fuera una plaga a la que deban temer, o como si éste fuera el virus que contamina la carne, cuando realmente es el único antídoto que existe contra tal virus y contra la vida bajo la carne.
Sin embargo, el Evangelio de Gracia no es nada mas y nada menos que “Hyper-Gracia” -no mas pecado, no más ira, solo Amor y aceptación. Estos ministros no permiten que el creyente celebre la noticia de que ya no está casado con un esposo opresor, de que se le concedido su libertad y su jubileo, pues bajo su nuevo esposo Jesucristo ahora puede sanar sus heridas, recuperar lo que ha perdido, lo que le ha sido robado, puede vivir gozoso absteniéndose de recurrir a falsos escapes o a falsos dioses, para alcanzar su llenura y realización.
La Ley nos fue dada para exhibir o dejar expuesto lo malo de ese corazón de piedra. Aquellos que pelean por que la Novia de Cristo siga casada al Señor Ley, quieren usar la Ley para volverla ” sin mancha y sin arruga” y para combatir sus pecados, produciendo el efecto contrario – “frutos para muerte“; lamentablemente, cuando éste fenómeno inevitable sucede, la llaman “mala mujer” y culpan a “La Gracia”.
Aquellos cuya misión es “contra el pecado”, le sirven a la misión del diablo de declarar el trabajo de Jesucristo ineficaz contra el pecado. Lamentablemente no han pasado al capítulo siguiente de Romanos donde Pablo declara este problema totalmente resuelto, pues el corazón de piedra en los creyentes, ya nos ha sido reemplazado por uno de carne en donde están escritos los deseos de Dios.
Ellos no entienden que entre mas sigan haciendo a las ovejas a mirar hacia su pecado, mas seguirán pecando. Entre mas se le haga mirar al Pueblo de Dios hacia “dentro del arca” – hacia su desempeño, hacia sus obras, hacia sus rebeliones, hacia su insuficiencia e ineptitud, mas muerte producirán entre los que Cristo ya crucificó y resucitó junto con El; las ovejas seguirán en opresión,viviendo bajo una falsa identidad, caídos de la Gracia de Dios como si Cristo nunca hubiera sufrido.
Por el contrario, entre más hagan mirar a los creyentes hacia Jesús y hacia la Cruz, para que al verse reflejados en Cristo puedan ser transformados a su imagen, la iglesia recibirá la revelación de que el trabajo consumado de Jesucristo los ha convertido en Hijos Amados de Dios, en sacerdotes reales, sentados en las alturas junto con Cristo y comenzará a experimentar la gloria del Nuevo Pacto.
Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado. Rom. 7:25
Shalom.