La semana pasada, sentí necesario enfatizar en lo que significa “vivir según la carne” y exponer cómo esta mentalidad está levantando “nación (“ethnos”, en el griego) contra nación”, como lo profetizó Jesús mismo en Mat. 24:7. Aunque lo que escribí fue sin planearlo, el tema resultó oportuno, no sólo porque fue la conmemoración de lo que en mi niñez se conocía como “El Día de la Raza”, sino porque en nuestros días, nuestras diferencias genéticas se han convertido en arma de artillería y leña para el fuego. Es necesario que entendamos que éstas maneras de juzgar pertenecen al “viejo hombre” que vive según la carne, es decir, bajo la Ley del Viejo Pacto, tema central de la Epístola de los Gálatas.
La Ley nos robará nuestra identidad de Hijos y nos dejará una identidad de esclavos, una identidad de despojados, abandonados y relegados, descalificados y rechazados, pues la Ley del Viejo Pacto nos descalifica a todos, creando culpa en la consciencia de la cual surge el temor, el criticismo y el juicio sobre los demás, mismos que se encuentra detrás de tanta violencia – El juicio de la Ley que Jesús llevó sobre si mismo para quitarlo de nosotros.
Observa por ejemplo, el contraste que Pablo hace acerca del comportamiento de los Gálatas, de cuando recibieron su mensaje de Gracia por primera vez, tiempo durante el cual Pablo atravesaba por dificultades, quizá enfermedad, quizá pobreza, mas ellos vieron que ésto no le impidió ministrarlos y se dieron completamente a él, contrario a cómo lo reciben después de que los predicadores de la Ley fueron a ponerlos bajo su yugo.
4:13 Yo nunca he comprometido el evangelio, desde el primer día que los conocí, aunque físicamente estuve teniendo dificultades no permití que me distrajeran del mensaje.
4:14. ¡Acuérdense lo hospitalarios y sensibles que fueron hacia mí a pesar de mi frágil condición! En lugar de sentirse avergonzados o rechazarme me trataron como a un ángel con la misma cortesía que le hubiesen dado a Cristo.
4:15 En aquel tiempo estaban tan agradecidos hacia mí que gozosamente me hubieran dado aun lo más preciado que tenían, aun sus propios ojos, para aliviar mi incomodidad. Que ternura y afecto me demostraron.
4:16 ¡Ay! ¿Cómo es posible que la misma verdad que entonces los ligó a mí, ahora me convierta en su enemigo?
Gálatas 4:13-16, El Espejo de la Palabra de Francois Du Toit.
Algo que saltó a mis ojos al comparar esta paráfrasis con la versión Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH), fue que la mentira que ellos creyeron les había robado “ese sentido de bendición” que los movió originalmente a recibir a Pablo como si fuera Cristo mismo:
¿Dónde está, pues, aquel sentido de bendición que tuvieron? Pues testigo soy en favor de ustedes de que de ser posible, se hubieran sacado los ojos y me los hubieran dado. ¿Me he vuelto, por tanto, enemigo de ustedes al decirles la verdad?
Gal 4:15-16 NBLH
En nuestros días, el sentirse “bendecido” o “favorecido” es tomado como sinónimo de ‘tener dinero’, o de tenerlo todo, o de que nos está yendo bien en todo; de aquí que cuando el carro se nos descompone, cuando el dinero nos falta, o la aflicción nos alcanza, nos sentimos “maldecidos” o abandonados por Dios. Mas este sentido de bendición al que Pablo se refiere no depende de cómo nos vaya en el momento, sino del fruto que El Espíritu Santo produce en nosotros, al darnos a conocer el Amor Perfecto de Dios, el cual hecha fuera el temor y la mucha labor, conduciéndonos al verdadero descanso, manifestándose en forma de amor por los demás, paz, gozo, contentamiento, verdadera generosidad, paciencia, bondad, mansedumbre y muchas otras cosas que son solo los primeros frutos de la vida de Cristo viviendo su vida en nosotros, como lo veremos en el Capítulo 5.
Lo anterior no significa que la provisión o la prosperidad no le correspondan a los Hijos de Dios. Ambas están incluidas en la Justicia de Dios, en Su Salvación, en Su Diestra – su Rectitud, en su Shalom y principalmente en Su Amor; recordemos que Dios es nuestro Padre y qué padre no provee para sus hijos?
Pero si alguien no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo. 1 Tim. 5:8
Acusar a Dios de ser “incrédulo” o mentiroso sería absurdo, mas la evidencia de nuestra bendición estará en el fruto y no en lo mucho que tengamos, pues caeríamos en el error de los fariseos de creer que nuestra prosperidad material es la prueba de nuestra “Hijidad” (válgase la expresión). Por el contrario, será tal “sentido de bendición” y no nuestra mucha prosperidad lo que nos mueva a derramar lo mejor de nosotros mismos en los demás – a “dar, mejor que recibir” y hacer el bien sin mirar a quien, o sin que nadie nos mire.
Yo conozco personas que lo tuvieron todo en abundancia desde el nacimiento y que no por ello se sienten bendecidos; por el contrario, crecieron con un sentimiento de que no tenían lo suficiente y su bienestar material no los hizo sentir ningun amor por los demás, pues La Ley nos hace poner el foco en nosotros, y cuando el lente de aumento está en nosotros, todo los demas se verán insignificantes. (Ver Jer. 17:5-6)
Cuando este sentido de bendición te es robado por la Ley, no importa que tan próspero seas, lejos de querer dar, temerás hacerlo por temor a perder lo que tienes; por el contrario, vivirás para ti mismo, aun protegiéndote de los demás, pues bajo la Ley, el corazón no ha sido circuncidado para experimentar la vida y el amor perfecto de Dios y mucho menos la fe, ya que la Ley no es de fe, y sin fe, aun lo poco que tengamos nos será quitado.
Shalom y Gracia en abundancia.