Después de haber comparado la concepción humana con la concepción de la iglesia durante la crucifixión de Jesús, basado en las Fiestas de Israel de la primavera, veamos si la cuarta festividad del Calendario Hebreo tiene algún paralelo con la gestación; esta Festividad es conocida como “Fiesta de la Cosecha”, o “Fiesta de las Semanas”, pues se celebraba 7 semanas o 50 días después de la Pascua, por lo que en el griego se le llama “Pentecostés” que significa “cincuenta”. Este día marcaba el inicio de la primera cosecha (Ex. 23:16, Lev. 23:15-21; Num. 28:26; Deut. 16:10;).
Justamente 50 días después de que los hebreos celebraron la primera Pascua, Moisés recibió las tablas con los 10 Mandamientos de la mano de Dios en el Monte Sinaí (Ex. 20); como resultado de ello, 3000 personas murieron (Ex. 32:28). 1500 Años después, durante esta Festividad, justamente 50 días después de la crucifixión de Jesús, 3000 personas que se encontraban en el Aposento Alto, en el Monte Sión recibieron El Espíritu Santo directo de la Mano de Dios (Hechos 2), lo cual demuestra que “La Letra mata mas el Espíritu da Vida” (2 Cor. 3:6). Con este evento, la primera cosecha de creyentes en Jesús, es decir, la iglesia de Cristo, se formó como un cuerpo “por Su Espíritu”.
El día 50 después de la procreación también es muy importante, pues es el día en el que el embrión deja de parecerse a un pequeño renacuajo, y toma forma humana definida, con ojos, nariz, boca, oídos, extremidades y órganos formados, listos para su desarrollo; su corazón puede ser detectado en el ultrasonido; su estómago pronto comenzará a producir jugos digestivos y sus riñones podrán filtrar las impurezas.
Aunque la información varia de sitio en sitio y de persona en persona, muchos coinciden con que una vez definida su forma humana, al feto solo le falta desarrollarse, lo cual hará en el reposo del líquido amniótico, alimentándose de la placenta a través del cordón umbilical, mismo que también filtrará las impurezas, mientras el pequeño humanito mueve sus extremidades con libertad.
El Espíritu Santo es justamente ese nuevo corazón que Dios dijo que pondría en nosotros en lugar del corazón de piedra que la Ley produce; por algo Jesús lo llamó “el Consolador” (Juan 14:26), del griego “paraklētos”, que se traduce como “ayudador” o “asistente”, así como “intercesor” o abogado defensor ante una corte de Ley. Jesús dijo que este Consolador nos enseñaría todas las cosas. Un Consolador nos ayuda primeramente en el corazón.
Como nuestro Ayudador, el Espíritu Santo podría compararse con nuestro “cordón umbilical” que nos alimenta directamente Alimento de Dios, – Jesús, el Pan de Vida, o con nuestro “líquido amniótico” que nos mantiene en su reposo, mientras nos movemos con libertad en las Aguas de Su Espíritu; El es también nuestro jugo gástrico que nos ayuda a digerir la Palabra de Gracia, la cual en el Libro de Hebreos se compara con “alimento sólido”
Pero el alimento sólido es para los adultos (los que han alcanzado madurez), los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal. Heb. 5:14
Nota que no dice “discernir el bien del mal”, en el griego dice “discernir ambos, el bien y el mal”. esto significa que El Espíritu Santo nos ayuda a filtrar de nosotros las impurezas de vivir bajo la Ley de Moisés – el árbol del Bien y el Mal, ejercitando nuestros “sentidos espirituales” para poder ver la vida a través de los ojos de la Gracia y no bajo el juicio de la Ley, para oler aroma agradable en las demás personas y en nosotros mismos y no olor de muerte todo el tiempo, para gustar y ver que El es Bueno y que para siempre es su misericordia, para hablar Gracia en nuestra vida y en la de los demás y no juicio, para poder vivir de la fe y no del temor y para poder tocar a los demás con su Amor.
El Espíritu Santo trajo una nueva Ley que aun sigue vigente: La Ley del Espíritu de Vida para libertarnos de la Ley del pecado y de la muerte (Rom. 2:8-9), esta última era la Ley de Moisés (Rom. 7), la cual Pablo también llamó: “el ministerio de muerte escrito en piedra” (2 Cor. 3:7), ya que la Ley es la fuerza del pecado y la paga del pecado es la muerte (1 Cor. 15:56).
Como nuestro abogado defensor, El Espíritu Santo intercede por nosotros con lamentos indecibles ante esta corte de Justicia llamada “La Gracia de Dios”. Él es el Espíritu de Verdad (Juan 16:13), la Verdad que nos hará libres; esta Verdad testifica únicamente acerca de Jesús (Juan 15:26) , y de lo que Él consumó en la Cruz; Él es el “Espíritu de Gracia” (Heb. 10:29) y bajo la Gracia, la Palabra acerca de Jesús es la única verdad acerca de nosotros: ¡Cristo es nuestra justificación! (Rom. 4:24-25) ¡Somos la rectitud de Dios en Cristo! (2 Cor. 5:21) !Como Él es, así somos nosotros también EN ESTE MUNDO” (1 Juan 4:17).
Regresa el viernes para conocer cómo el Espíritu Santo lleva a cabo nuestro desarrollo en el vientre de Su Gracia.
Shalom