Por eso es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda la posteridad, no sólo a los que son de la Ley, (a los judíos) sino también a los que son de la fe de Abraham, (a los gentiles) quien es padre de todos nosotros. Como está escrito: “Te he hecho padre de muchas naciones,” delante de Aquél en quien creyó, es decir Dios, que da vida a los muertos y llama a las cosas que no son, como si fueran.
Abraham creyó en esperanza contra esperanza, a fin de llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: “Así sera tu descendencia.” Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y también la esterilidad de la matriz de Sara.
Rom. 4:16 -19
El primer Capítulo del Génesis detalla como Dios “llamó” el universo en existencia con el poder de su palabra: Sea la Luz, sepárense las aguas, prodúzcase la vegetación, haya lumbreras, hayan animales, etc; sin embargo, cuando se trató del hombre, Dios no dijo: “hágase el hombre”, sino que dijo: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza” Gen. 1: 26, y personalmente lo diseñó, tomándolo de la tierra con sus propias manos y con su propio aliento le instiló vida (Gen. 2:7).
Esta semejanza del hombre conforme a la de Dios incluye ese poder de “llamar lo nuevo en existencia”, mas al quedar cortado de su Espíritu y ligado al de su enemigo, la boca del hombre también puede llamar cosas a “no existencia”, y traer en existencia los propósitos de su enemigo a su vida.
Muerte y vida están en poder de la lengua, Y los que la aman comerán su fruto.
Prov. 18:21
No obstante, cuando llamamos lo nuevo en existencia como Hijos de Dios, basado en las Promesas de nuestro Padre, nuestras palabras no son meras “afirmaciones” u “optimismo iluso” basados en la buena suerte, o en el poder de la mente conectada al universo, sino que son palabras garantizadas para sus Hijos por un Dios que no miente, y que ya ha pagado por ellas con la Sangre de Su Hijo Jesús.
Dios necesitaba esta “activación de la fe” en Abram para traer su promesa en existencia, por tanto cambió su nombre a Abraham, que significa “Padre de Multitud” (Gen 17:4-5); Abraham por tanto, no solo creyó en la promesa de Dios de que le daría descendencia, sino que tuvo que hablarla cada que alguien le preguntaba su nombre, cada que alguien llamaba su nombre, el activaba y fortalecía su fe.
Sin embargo, respecto a la promesa d e Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo. Por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
Rom. 4: 19-22
Es por esto que “Todas las Promesas de Dios son Si y Amen” 2 Cor. 1:20
Recordemos, además de todo, que gracias al trabajo consumado de Jesucristo, nuestro espíritu ha sido vivificado por Su Espíritu en nosotros; ese Espíritu de Poder por el cual Jesús resucitó de los muertos es el que ahora le da poder vivificador y reparador a nuestras palabras, como reyes y sacerdotes,
Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces? Ec. 8:4
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Tim. 1:7
Este Espíritu que Dios nos ha dado no solo se refiere al fruto del Espíritu, siendo el amor y el dominio propio el principio y el final del mismo, sino que se refiere al poder de la Trinidad completa: al poder del Amor de Dios en Jesucristo, al poder del Dios Todopoderoso, al poder de Su Espíritu Santo dominando en nosotros. En este poder se basa nuestra fe – este es el poder que respalda sus promesas, este es el poder de Su Gracia.
Y no sólo por él fue escrito que le fue contada (la fe), sino también por nosotros, a quienes será contada, como los que creen en Aquél que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor, que fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación. Rom. 4:23-25
Shalom