Dios quiere que su Iglesia experimente la vida abundante en todas las áreas, más nada la ha dañado más que la mala enseñanza, especialmente en el área de las finanzas. Muchos se resisten a recibir esta provisión incluida en la Cruz debido a que por mucho tiempo se creía que era casi imposible que los ricos entraran al reino de los Cielos (Mat. 10:25) o porque han escuchado que el dinero es la raíz de todos los males y no “el amor al dinero” a lo cual Jesús llamó “Mammon”, (del griego “mamōnas” que significa “tesoros” o “riquezas”). Si aún no has leído mi mensaje “Jesús y la Ley“, donde explico por qué Jesús dijo estas cosas, te pido que lo leas de ser posible antes de continuar este estudio, para que ninguna incredulidad se interponga.
La semana pasada vimos que la prosperidad dada por Dios es parte de Su Justicia y de la herencia que recibimos de la Cruz; aunque esta prosperidad no necesariamente significa “dinero”, la Palabra de Dios nos ha mostrado que si incluye riqueza, abundancia y éxito. Esta semana enfatizaremos en la Palabra del Nuevo Pacto, en la cual se encuentra nuestro descanso, pues la Palabra del Viejo Testamento pertenecía a otra dispensación ya expirada, la dispensación del Pacto Aarónico bajo el cual solo si obedecían al 100% eran bendecidos, más si desobedecían en una parte aún muy pequeña de la Ley, quebraban toda la Ley y la maldición caía sobre ellos. (Deut. 14)
Por lo anterior, cuando usamos la Palabra del Viejo Testamento, siempre debe ser en contexto con lo que Cristo ya logró en la Cruz, lo cual es la esencia de lo que en el Viejo Pacto era solo la sombra. Cuando leemos 2 Cor. 5:17 que nos dice que “Las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas” no se refiere a las cosas viejas en nuestra vida, aunque éstas también son reemplazadas con nuevas, mas Pablo está hablando de las cosas viejas del Viejo Pacto que ya fueron substituidas con algo nuevo y mayor gracias a la Cruz del Calvario
De hecho, el Evangelio de Gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual le fue entregado a Pablo para los gentiles, se basa “exclusivamente” en estas Nuevas Cosas y cuando Pablo habla de las “cosas viejas”, lo hace como un contraste, para que sepamos a que libertad Dios nos ha llamado y de donde nos ha sacado; a esto mismo se refiere cuando le dio la instrucción a Timoteo de usar la palabra con precisión: a separar lo que ya caducó de lo que hoy está vigente y nos pertenece como Hijos de Dios (2 Tim 2:15).
Si tú eres lector ávido de esta publicación, es porque has recibido este evangelio de Gracia y has decidido fincarte en El; más si hoy visitaras esta página por primera vez, me gustaría pedirte que visites la sección de la Gracia y la Ley que encontrarás en el Mapa de Sitio, pues sería lamentable que rechaces esta enseñanza por no entender a qué me refiero.
Aquellos lectores de Lino Fino estarán de acuerdo conmigo de que todo lo que recibimos de Dios es por Su Gracia, creyendo en lo que Jesús consumó en la Cruz y no por lo que nosotros hacemos. Por tanto, aunque usamos nuestro privilegio de tomar la Comunión, o confesamos la Palabra de Cristo para liberar nuestra fe, no es nuestro “tomar la comunión”, o nuestro confesar la Palabra lo que nos hace merecedores a los beneficios, sino el sacrificio de Jesús, en el cual enfocamos nuestra fe al tomar la Comunión al acordar con El en nuestra mente, consciencia y voluntad en recibir lo que Él nos dio en la Cruz gratuitamente por su Gracia.
Hoy nos gozamos que el verdadero Evangelio de Gracia de nuestro Señor Jesucristo se esté extendiendo como pólvora. Cada día continua creciendo el grupo que cree en ser Salvos y Justos solo por lo que Cristo hizo, así como aquellos que por fin están aceptando que “por Su llaga fuimos todos sanados”; mas por alguna razón a muchos aun nos es difícil creer que por su Pobreza podremos ser enriquecidos (2 Cor. 8:9).
Esta incredulidad en la Iglesia de Cristo, ha hecho “creer” a los creyentes que necesitamos hacer algo para ser bendecidos financieramente, fuera de simplemente creer esta verdad; este “hacer para recibir” ha sido requerido como “obediencia” en forma de dinero. De esta manera nuestro dar nos da la “paz mental” de que podremos ser bendecidos y nos ayuda a “creer” que Dios quiere darnos todo lo que nos falta; los más “obedientes” aun pagan todos los diezmos que la Ley mosaica marcaba, y en efecto, son prosperados, aunque si algo les impide dar dinero temen por su bienestar.
Por otro lado, aquellos que nos atrevemos a desafiar el mandato, vivimos sin aspirar a mucho al no sentirnos merecedores por no poder dar mucho.
Tristemente, para algunos que han diezmado fielmente por años o quizá décadas, están en deuda, algunos desempleados, o con problemas que requieren mucho dinero para resolverse, lo cual parece como si una maldición hubiera caído sobre ellos, después de haber “obedecido a Dios” para que la maldición no les cayera, y por ser “obedientes” no pagaron sus deudas y no ahorraron para los días de emergencia.
Sé que al leer lo anterior corro el riesgo de que me juzgues de ser divisionista, o de mover a la gente a no dar. Mas te pido que no te irrites conmigo, ni con aquellos a quienes les has llevado tu dinero, al menos hasta que termines de leer esta serie, pues te perderías de la bendición más grande que este sitio pudiera traerte, si es que te ha traído alguna. El deseo de mi corazón es el mismo que el del Apóstol Juan: que seas bendecido financieramente y que prosperes en todo así como prospera tu alma, por lo mismo quiero compartir contigo el camino libertador “fácil y ligero” y que Dios en su Gracia me ha hecho ver. Si estás de acuerdo con esto, regresa el jueves y si tienes tiempo, te pido que leas Hebreos 7 un par de veces, para que estés preparado para recibir.
Shalom