Es un alivio para el creyente en Jesucristo saber que Ananías y Safira no eran creyentes, pues si por una mentira pudiéramos caer muertos durante el servicio, quizá ya no tendríamos líderes religiosos.
Mas alégrate mi hermano(a) porque ésto que llamamos “juicio” no vino de la mano de Dios. Esto que cayó sobre ellos es exactamente lo que he estado llamando durante los últimos años como “el Juicio de la Ley”, el cual finalmente cumple lo que promete y en este caso su cumplimiento fue literal – “la letra (la Ley) mata, pero el Espíritu da vida”.
Hemos aprendido que la victoria de la Cruz fue absoluta y en favor de la humanidad entera, aun en favor de Ananías y Safira. Sin embargo, después de tal victoria, después de que el Señor envió al Consolador, llegamos a Hechos 5, en el cual vemos a Pedro confrontar con tal autoridad a esta pareja de “incrédulos”, que al quedar expuesta su desnudez, el mismo temor que hizo esconderse de Dios a Adan y Eva , ¡los mata! ¿O sería la culpa lo que los mató? ¿O se murieron de la vergüenza?
El mismo discípulo Pedro no pudo darles ninguna Gracia, siendo que Él mismo recibió tanta Gracia después de haber repetido 3 veces que no conocía a Jesús, lo cual también era mentira. ¿O cómo fue que Simón, el hechicero no murió cuando deseó el Espíritu para hacer dinero? ¿Que sucedió?
Algunos culpamos a Jesús o al mismo Espíritu Santo de haberlos matado; otros culpan a Pedro por haberles hablado con tal dureza, en lugar de exhortarlos con palabras de Gracia: “Ve y no pequen más”; u orar por ellos y restaurarlos ‘en amor’.
Hagamos una investigación forénsica de este suceso y pidamos ayuda y sabiduría al Espíritu Santo para desarmar los argumentos religiosos que nos ciegan el entendimiento y nos roban la confianza en un Dios de absoluto Amor y de Gracia cuya justicia solo puede impartir vida y restauración y nunca muerte, ¡pues la muerte es su enemiga y al final no será más!
1. Lo primero que encontramos en esta autopsia de hechos es que ellos amaban el dinero, lo cual indica que pudieron haber sido fariseos. Ellos confiaban en una gloria falsa, en un valor falsificado.
2. El corazón representa nuestras creencias. Si ellos eran fariseos, quiere decir que creían en la Ley que vino de Moisés y no en la Gracia y la Verdad que vino por Jesucristo.
3. Si ellos mintieron al Espíritu Santo, fue porque tenían su corazón lleno de mentira, y murieron sin conocer a Cristo en ellos o quienes eran en Cristo.
4. Luc. 21:26 nos dice que el corazón de los hombres fallaría de temor. Por las palabras de Pedro, sabemos que fue Satanás el que llenó su corazón. La Ley es el arma del diablo con la que llena los corazones de temor. Bajo la Ley no hay seguridad del amor de Dios ni de su aceptación, pues Dios es percibido como un Dios de ira, de venganza, un Dios “judicial” y por tal razón el Perfecto Amor no puede echar fuera el temor.
5. Al no ser creyentes del Evangelio, no conocemos nuestra imagen y semejanza auténtica, y por consiguiente, nos refugiamos bajo una sombra de muerte, que es una imagen falsa y que no puede protegernos de la destrucción y la muerte que la Ley traé, al ser la fuerza del pecado. (Ver Rev. 7:2-4 y 1 Cor. 15:56).
6. En las palabras de Pedro no escucho condenación, solo confrontación:
¿Por qué concebiste (pusiste) este asunto en tu corazón?
Esta palabra “concebir” (tithemi) en el griego es “poner o colocar”, curiosamente esta palabra es usada tanto para “acostarse” como para reposar o yacer muerto.
Durante mis años bajo el ministerio de muerte, después de una predicación de Ananías y Safira, que es frecuentemente usada para ilustrar el tema del diezmo, yo misma tuve que declarar mi ganancia bruta ante cierto pastor o pastores para que ellos pudieran construir su presupuesto anual, porque me dio miedo caerme muerta.
Mas la cantidad de dinero en este caso era lo menos relevante, el dinero era solo su instrumento para poder infiltrarse en esta congregación de creyentes, quizá para impartir la muerte que ellos traían en su corazón, como fue el caso de Judas el Iscariote, quien acordó conducir a la muerte a Jesús y sus discípulos, y que después él mismo ejecutó en si mismo.
Cuando no creemos el Evangelio de Gracia, Dios no nos juzga, ni nos castiga; el castigador es el mismo temor que el juicio de la ley en nuestra consciencia produce, en nosotros, seguido por las obras de la carne descritas en Gal. 5:19-21, como lo es el fraude, el robo, el homicidio, la coerción o intimidación, el chantaje, etc., hasta que tarde o temprano el pecado fortalecido por la Ley cobrará su sueldo, que es la muerte. Mas no siempre es posible convencer a la gente de que la Ley es un veneno que mata, sea de culpa, de condenación, de iniquidad, de odio, o de muerte súbita, como en el caso de esta pareja.
Este reporte forénsico concluye que El Espíritu Santo no los mató; tampoco las palabras de Pedro; fue su misma consciencia, la misma iniquidad en su corazón la que los llenó de condenación y de temor, y junto con su incredulidad o rechazo de lo único que da la vida – recibieron la muerte, lo mas probable de un infarto, causado por el temor, que es el vehículo del diablo para controlarnos y destruirnos. Especialmente, si eran fariseos, ellos habían hallado su ‘llenura’ en la la Ley, la cual ministra la muerte (1 Cor. 15:56; 2 Cor. 3:7) y esta muerte literalmente los mató.
Porque la paga (el sueldo) del pecado es la muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Rom. 6:23
Esto no fue un caso como el de Simón el hechicero (Hechos 8:9-25), ni el de Saulo de Tarso, quien causó tanto daño a la iglesia antes de su conversión. Ellos descubrieron que su muerte fue llevada en el cuerpo de Cristo, Ananias y Safira no eran creyentes, como ya lo estudiamos en aquel blog anterior, mas ¿cómo podemos confirmarlo? por las palabras de Pedro a Safira:
“¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor?”
Este fue el verdadero motivo por el que se infiltraron – ellos iban a probar al Espíritu Santo, es decir, a probarlo falso.
Es aquí cuando nos damos cuenta que aunque el Evangelio nos incluye a todos, solo al sernos revelado por el Espíritu, la vida de Cristo emana del mismo. Esta vida de resurrección emanando de nosotros se le conoce como “frutos de salvación”.
Concluiré la próxima semana.
Shalom y Gracia en Abundancia.