Queriendo hacer énfasis en entender nuestra identidad como Hijos amados y santos, el Señor impresionó en mi corazón el nombre de Mefiboset. ¿Recuerdas su historia? (2 Sam 9:1-12), el hijo de Jonathan, a quien David amaba como a sí mismo y con quien hizo un pacto de amor para siempre (1 Sam. 18:3 y 20:14-17). El pequeño Mefiboset fue el único sobreviviente de la casa de su abuelo Saúl, y quedó lisiado de los pies a la edad de cinco años.
“…cuando de Jezreel llegaron las noticias de la muerte de Saúl y Jonatán, y su nodriza lo tomó y huyó, pero sucedió que en su prisa por huir, él se cayó y quedó cojo. 2 Sam 4:4
Mefiboset, cuyo nombre significa “exterminando los ídolos”, habiendo sido hijo de un príncipe, vivió en la tierra de “Lodebar” que significa “sin pastura”, bajo el cuidado de Maquir, que significa “vendido”, quien era hijo de Ammiel, que significa “pariente de dios”. El pobrecito nunca habría quedado cojo si hubieran sabido cuanto amaba David a Jonathan y cuánto bien David quería hacerle, mas lamentablemente una mentira cambió su destino.
Por cierto que Mefiboset también era conocido como “Merib-Baal”, (1 Cr. 8:34), pues luchaba contra Baal, una representación del diablo. Cual debió haber sido la identidad de Mefiboset después de su caída, viviendo bajo la opresión de Baal, sin poder caminar, vendido en la casa del “pariente de dios” en una tierra “sin pastura”, que a pesar de que David solo quería mostrarle su benevolencia, Mefiboset vino a él con temor. Esto lo sabemos cuando leemos lo que David le dijo:
“No temas, porque ciertamente te mostraré bondad por amor a tu padre Jonatán, y te devolveré toda la tierra de tu abuelo Saúl; y tú comerás siempre a mi mesa.”
La palabra traducida como “bondad” es “checed” y significa Gracia. David debió haber recibido abundancia de Gracia, puesto que siempre la tuvo con muchos otros, mas Mefiboset quizá nunca la experimentó a lo largo de su vida, fuera del día en que su nodriza le salvo la vida, cuando lo dejó cojo. Esto nos lo indican sus palabras:
“¿Quién es su siervo, para que tome en cuenta a un perro muerto como yo?” 2 Sam. 9:2
En esta historia, David y Jonathan representan al Padre y al Hijo, que entran en un pacto de amor eterno que cubre a todos los hijos del Hijo. Muchos de nosotros sufrimos innecesariamente al haber creído las mentiras del diablo acerca de Dios y de su amor por nosotros; muchos aún perdemos nuestra identidad en nuestra larga lucha contra nuestro opresor, quedando lisiados muchas veces de ambos pies, enfermos, deprimidos, temerosos, pobres, olvidados y abandonados en una tierra infértil y sin pastura.
Mas llega el día en que El Rey se acuerda de nosotros y a veces cuando oímos su invitación de entrar por la Puerta – Jesucristo – a una tierra de delicados pastos, no lo podemos creer. Muchos aceptamos la invitación y entramos, pero venimos a Él sintiéndonos como “perros muertos”, sin valor alguno, pues nunca creímos que El Rey pueda ser tan bueno, o vivimos temiendo su ira y su castigo en el momento en que lo hagamos enojar.
Algo interesante en este pasaje es que David le ordenó al siervo de Saúl, Siba, que significa “estatuto”, que él y sus hijos se encargaran de que la tierra de Mefiboset produjera alimento y que no le faltara nada, aun cuando Mefiboset comería a la mesa del Rey David, como uno de sus propios hijos, junto con su hijo Micah, durante toda la vida del Rey David.
Date cuenta del amor de Dios por ti en esta historia. El pacto de amor que Jesús firmo con sangre es para siempre, y es por este pacto que Dios, por Amor a Su Hijo, quiere hacerte bien y sacarte de tu tierra sin pastura, para hacerte descansar en otra de delicados pastos, junto a aguas de reposo (Salmo 23:2). Asimismo, Dios quiere restaurarte todo lo que era tuyo, y que comas para siempre en Su Mesa, como Hijo de un Rey, más si confías que el Estatuto – La Ley, va a cuidar de ti, corres un gran riesgo.
Veamos el final de esta historia, cuando el hijo del Rey David, Absalón trata de derrocar a su propio padre y David tiene que huir, Siba trata de despojar a Mefiboset de todo, haciéndole creer a David que Mefiboset lo había traicionado (2 Sam. 16:1-4). Más cuando David regresa a Jerusalén, Mefiboset viene a su encuentro “sin haber cuidado sus pies, cortado su barba o lavado su ropa desde el día en que el rey dejó Jerusalén.” (2 Sam 19:24), lo cual nos indica que Mefiboset estaba en gran duelo por la ausencia de su Rey, mas Dios le da la oportunidad de aclarar las cosas. Sin embargo David, quizá dudando de quien le estaba diciendo la verdad, no le restauró su tierra como al principio, sino que lo hizo dividirla con Siba en partes iguales. Aquí fue donde Mefiboset le mostró su verdadera lealtad y amor:
Désela toda a él —dijo Mefiboset—. ¡Estoy satisfecho con que haya vuelto a salvo, mi señor el rey!
Aquí vemos a Mefiboset seguro del amor de David, decidiendo vivir totalmente de la Gracia del Rey, y no del trabajo del “Estatuto”. (2 Sam. 19:24-30)
¿Qué tiene que ver el estatuto con la identidad? Mientras no estés seguro de que eres “Hijo Amado“, “Hijo de un Rey”, y creas que seguir El Estatuto te proveerá tu bendición, estarás a su merced y condicionado a maldición y gran opresión al vivir caído de la Gracia de Dios, (Gal. 5:4) condicionando tu bendición a lo que puedas alcanzar con tus propios pies y manos, con tu propio esfuerzo, y con el riesgo de ser despojado de todo.
Mas cuando tú sabes que tu bendición viene de la Gracia de Dios, y que su Gracia te ha convertido en Hijo de un Rey de valor extremo solo por un pacto que se hizo en tu favor, te encontrarás dándolo todo por estar bajo la presencia de tu Rey, comiendo de su mesa donde nada te faltará, ni a ti ni a tus hijos. Su Gracia te será suficiente.
Shalom