Tenemos que el Capítulo 5 de Efesios es todo acerca de cómo andar bajo la Gracia, en el Espíritu, viviendo bajo Su Luz, Su Poder, y Su Dirección, aun en nuestras relaciones matrimoniales y personales. Mas el poder no vendrá de nuestro esfuerzo por hacer, sino en estar persuadidos de quiénes somos en Cristo, con nuestro enfoque puesto en El y no tanto en nuestro desempeño.
Por lo mismo Pablo pone el Amor de Cristo al centro de todo y lo refleja sobre nosotros los humanos, dándonos la Luz que nos guiará en nuestras relaciones:
Mujer – honra a tu esposo y sométete él, pues es tu cabeza, como la iglesia honra a Cristo y se somete a Él.
Esta sujeción no significa ‘Síndrome de Estocolmo’, de someternos a abuso constante, físico o mental, violencia o toda clase de control coercitivo. Es un reconocimiento y apreciación del valor de quien nos ama, especialmente si se desvive por nosotros, es un reconocimiento de la imagen de Dios en nuestro cónyuge, en especial, si él reconoce esa imagen de Dios en nosotros. Es un amor basado en confianza de que estamos protegidas y resguardadas en el abrazo de nuestro esposo.
Hombre ama a tu esposa como Cristo amo a su iglesia y se entregó a si mismo por ella.
Nota que a la mujer no le dice que ame a su marido, pues la mujer generalmente ama aunque no le digan. El hombre es un poco más “racional” y no es comúnmente dado a llevarse por el corazón, como nosotras, por lo mismo Pablo le dice cómo debe amarnos:
Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio El mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. Ef. 5:25-27
Este verso es el núcleo de todo el Evangelio de Gracia, y el poder andar bajo su Espíritu surge de entender esta verdad, que Dios nos amó hasta la muerte para darnos vida; que su obra es la que nos santifica, y su palabra la que nos lava y purifica continuamente hasta que no quede memoria de Adán en nosotros, y podamos vernos en Cristo, en toda su gloria santa e inmaculada, sin mancha y sin arruga, llevando con dignidad nuestra vestidura de lino fino – la rectitud de los santos (Apocalipsis 19:8) otorgada como un regalo a toda la humanidad.
Pablo continua exhortándonos en nuestra manera de relacionarnos con los demás hasta el Capítulo 6, en el cual llama a los hijos a “obedecer” a los padres, y aunque hace referencia a este primer mandamiento con promesa: “Honrarás a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12) la palabra “Honra” es reemplazada con la palabra “Escucha”, “Pon Atención” (hypakouō) que fue traducida como “Obedece”.
Recuerda que la desobediencia en el Nuevo Testamento es sinónimo de “Incredulidad”, pues la obediencia del Nuevo Pacto es la de la fe, basada en el “creer”. Dentro de este contexto, los hijos somos exhortados a “obedecer” a nuestros padres, a escucharlos cuando nos hablen, porque “esto es Justo”, pues el Justo es justo por la fe de Dios, es decir, por lo que él creyó acerca de nosotros, y creerle a nuestros padres es un acto de fe, cuando su amor nos persuade de escucharlos, al igual que Dios lo hace.
Al darle oídos a nuestros padres creemos en su amor y en que ellos desean lo mejor para nosotros, de la misma manera en que le mostramos a Dios nuestra opinión de El cuando le creemos, por lo mismo ésto le agrada a Él, pues ¡sin creerle es imposible que podamos hacer lo que le agrada!
Al someternos a la autoridad de nuestros padres les permitimos protegernos, de la misma manera en que al someternos a la autoridad quedamos protegidos por la misma. Aquella niña o niño que no escucha cuando su Padre le dice quítate del camino, hasta que le explican por qué, quizá no le dé tiempo de saberlo, cuando el peligro del cual su padre quería protegerla le acontezca.
Mas aquí también a los Padres Pablo nos exhorta a “no provocar a ira a nuestros hijos”. Pablo no nos dice que nos sujetemos a cumplir los caprichos de nuestros hijos para que no se enojen, o a que respetemos su voluntad de auto-destruirse o de destruir a los demás para evitar su ira, sino que se refiere a que “nutramos” a nuestros Hijos con la exhortación amorosa del Señor, de lo contrario van a vivir frustrados y exasperados consigo mismos, expuestos al dolor de sus propios errores y malos hábitos.
Este “Nutrir”, del griego “paideia” es el proceso de criar a los hijos. Esta palabra no significa “castigar corporalmente”, sino “instruir”, cultivar la mente y el espíritu de nuestros hijos, no solamente con palabras, ni mucho menos con castigos y reprensiones, sino dándoles a conocer lo que son en Jesús, nutriéndolos con el Pan de Vida y enseñándoles de Su Amor y su Gracia, con la misma Gracia que recibimos de Él, con nuestro propio testimonio.
Sé que la disciplina es desagradable y muchas veces dolorosa, más ésta ha sido muy malinterpretada y llevada a los extremos por la mentalidad legalista y de juicio, hasta convertirse en abuso y en ocasiones, en tortura. No hablo de padres que no conocen el amor de Dios, sino de aquellos que creen conocer a Dios pero no han entendido Su Gracia, ni como opera la Ley en la carne. Necesitamos la dirección del Espíritu Santo para poder instruir con la instrucción del Señor, sin lastimar a nuestros hijos para siempre y sin esperar hasta que sea demasiado tarde.
Una ilustración de disciplina es la del proceso de bajar de peso. ¿Cómo ganamos peso? Comiendo más calorías de las que nuestro cuerpo puede quemar. El simple hecho de ganar peso es como un castigo que nos causa dolor y exhasperación con nosotros mismos. Nos cansamos fácilmente, contraemos enfermedades, no cabemos en la ropa, y en algunas aerolíneas tenemos que pagar doble. Muchos vivimos años airados contra nosotros mismos antes de saber que hacer o decidir hacerlo.
Digamos que tu madre o una amiga te ayuda a buscar una solución, te enseña sus secretos de nutrición y te regala un programa de ejercicio; ella te motiva durante tu progreso, te enseña qué alimentos ayudan a tu cuerpo a mantener sus funciones en óptimas condiciones y qué otros no son tan convenientes para deshacerse de esas reservas; se va a correr contigo, te anima a que corras una milla mas, lo cual te causa sufrimiento y dolor, pero una vez recuperada tu salud y tu figura, te produce un “fruto apacible de justicia” (Heb. 12:11). La recompensa: un cuerpo saludable, lucir la ropa antigua, mejor aún, una nueva.
Lo contrario lograrías si alguien te impone perder peso, como cierta madre en el estado de Michigan hizo con su hijo Timothy Ferguson, durante un par de años – un adolescente autista, a quien impedía que se alimentara, poniendo candados en el refrigerador o en las alacenas, y cámaras en la cocina, para vigilar que no comiera; dejándolo al cuidado de su hijo mayor, el ejecutor de la disciplina, a quien le ordenaba constantemente cómo disciplinar a su hermano cuando llegaba a encontrar comida, alimentándolo únicamente de pan con chile del tipo habanero, produciendo úlceras en su lengua y en su estómago; a quien obligaba a correr en las escaleras hasta que cayera desmayado, restringido de calorías, y resucitaba dándole a oler pizza sin permitir que se la comiera; a quien torturaba por delitos tan ‘graves’ como salirse del closet en donde dormía, o comerse una orilla de pizza dejada en la caja, con métodos tan severos como sumergirlo en una tina con hielo… De haber sobrevivido este inocente tanta crueldad, lo primero que habría hecho al ser libertado de su madre y de su hermano, habría sido comerse todo lo prohibido, y quizá asesinar a su madre, pues la Ley es la fuerza del pecado. Aunque el objetivo de esta madre era ‘cuidar a su hijo de que no muriera’, su perspectiva distorsionada de la corrección y de la disciplina, mató a su hijo desvalido, pesando al morir solamente 33 kilos, sin que ningún familiar saltara a su rescate,
Gabriel Hernandez, fue otro inocente que perdió la vida a la edad de 6 años en manos de una madre similar. el caso de Harmony Montgomery está por estremecer al mundo… Los niños Mosley, en Florida, Lydia Schatz en California,..el espacio sería insuficiente para nombrar a tantos pequeños que perecen de manera similar bajo la ira y la violencia de quienes están a cargo de su protección y bienestar; personas han perdido totalmente la noción de su semejanza con la imagen de Dios, y del valor de los seres humanos que aborrecieron.
En los Estados Unidos – la nación cristiana – la tierra de justicia y libertad para todos, más de 600,000 niños son abusados cada año: 15% de las víctimas son menores de un año y 28% menores de 2 años. Las niñas tienen una taza de victimización de 8.7 por cada 1000 en la población, más alta que la de los niños, de 7.5 por cada 1000, aunque los niños tienen una taza más alta de fatalidades, de 3.01 por cada 100,000, comparada con las niñas, que es de 2.15 por cada 100,000. Los números de abuso son mayores entre los indios americanos y los nativos de Alaska, seguida por los africoamericanos y después por los hispanos. El número de fatalidades entre estos últimos (5.6 por cada 100,000) es 2.9 veces mayor que el de los niños blancos(1.94) y 3.9 veces más que los niños hispanos (1.44)
Durante los años de encierro, estos casos aumentaron, algunos sin reportarse.
Datos tomados del sitio de la Alianza Nacional para Niños:
https://www.nationalchildrensalliance.org/media-room/national-statistics-on-child-abuse/
Somos la imagen y la semejanza de Dios. Tenemos al Espíritu de Dios dentro de nosotros, quien nos da sabiduría cuando reconocemos que ésta nos falta, y quien nos ayuda en nuestra debilidad. Recurramos a su Gracia para entrenar a nuestros hijos en el Amor de Jesucristo, para que ellos aprendan a recurrir a El y puedan producir frutos apacibles de rectitud. No importa que tan tarde sea, no te sientas culpable, su Gracia es mayor que todos nuestros errores.
Shalom
Revisión Enero, 2024.