Romanos 11:35
Si tu te has descubierto en Cristo, has descubierto tu Redención y por consiguiente, habrás también encontrado los regalos y privilegios adicionales que vienen envueltos en la Cruz, por la Gracia. No sólo la Rectitud de Cristo, a cambio de tu identidad distorsionada, que es realmente lo que conocemos como pecado, sino también libertad, sanidad, prosperidad, paz, salud y todas las bendiciones de Abraham en abundancia. Recuerda, Gracia es Gratuita – Favor sin mérito requerido. Muchos aceptamos este regalo gratuito, pero seguimos tratando de ameritarlo, o de pagarlo con nuestro esfuerzo , tratando de obtener el favor y la bendición de Dios por nuestras obras, o esforzándonos por no perderlo. Como lo vimos con el pueblo de Israel, el ser humano, en su mentalidad de desempeño y obras, siempre apela a sus esfuerzos y méritos propios. Sobre estos principios está construido el sistema del mundo. Es un sistema basado en el desempeño. Por algo Dios no quiere que nos conformemos al mundo. Muchos nos abstenemos de bailar, de tomar, de fumar, o de todo lo que nos digan que es ‘malo’ o inmoral, porque creemos que ese es el ‘pecado’, pero no dejamos de vivir como el mundo vive, esforzándonos por merecerlo todo, cuando el plan de Dios es Favor no ameritado, como el que se le da naturalmente a un hijo. He cambiado el término “inmerecido”, porque Cristo nunca creyó que no lo mereciéramos; por el contrario, no merecíamos haber sido capturados por un sistema diabólico, pues es ajeno a nuestro diseño, por lo que ‘nos dió lo que merecíamos’ cuando vino a apartárnos del mismo, pues éste nos impide nuestra restauración o ‘reinicialización’. (El decir “no ameritado” significa que no fue por nuestros méritos, no necesariamente que no lo mereciéramos).
Desde que comenzamos la escolaridad se nos inculca el logro. De esta manera, basados en nuestro esfuerzo, y sin depender de Dios, o creyendo que él depende de nuestro esfuerzo para bendecirnos, vivimos luchando por nuestra sobrevivencia, en una caminadora infinita donde no hay final ni descanso. “Haz, haz, logra, logra, gana, gana,” Creemos que entre mas trabajemos mas lograremos por lo tanto, de lograr nuestro objetivo, no será sin mérito. Por el contrario, si después de mucho trabajar no obtenemos lo que anhelamos, decimos “no es justo” y nos sentimos fracasados y frustrados. Más aún logrando mucho, éstos logros pasan a la historia, y no siempre validan nuestra existencia. La belleza se acaba, el esfuerzo se agota, al igual que la riqueza y el poder, mismos que requieren de estrategias diabólicas para poder retenerse para siempre. La buena historia crediticia o legal se acaba en un momento de olvido o de estupidez.
Basados en la premisa de que si hacemos el bien nos irá bien y si hacemos el mal nos irá mal, vamos por la vida calificando a los demás como merecedores o no merecedores. Tanto si alguien, incluyendo uno mismo, sufre una tragedia, o recibe una gran bendición, decimos: “lo merecía” o “no lo merecía”. No se hable de lo que decimos cuando alguien a quien consideramos no merecedor logra lo que nosotros creemos merecer, por ejemplo, un buen marido, un buen trabajo, una mejor casa, muy buenos hijos, etc.
Por el contrario, si nuestro comportamiento no es aceptable ante la sociedad, o aún ante nosotros mismos, nos sentimos no merecedores de la bendición y la saboteamos, o nos sentimos descalificados de venir a Dios con nuestras peticiones. Mas cuando nos llegamos a sentir ‘bien calificados’, lo único que tenemos es una lista de peticiones. No buscamos el abrazo del Padre, ni escuchar su voz, y mucho menos, conocer sus pensamientos acerca de nosotros (por temor que éstos pudieran ser lo que en el fondo creemos de nosotros mismos). Tampoco buscamos disfrutar su descanso, o simplemente deleitarnos en su amor y experimentar su gozo y su paz al sentir su presencia y su compañía.
Cualquier semejanza con la vida real no es coincidencia, éste es el camino del ser humano en su estado ‘terrenal’ o ‘natural’. Más el camino de Dios es diferente, ante Él, todo lo bueno que tenemos viene de Él por su pura Gracia, pues para Él, todos los seres humanos somos ‘merecedores’, sin importar nuestros buenos o malos atributos, gracias a lo que Él mismo hizo – se convirtió en un ser humano, como uno de nosotros, para devolvernos lo que nos fue robado: nuestra identidad y posición de Hijos. Tu hijo o hija no necesita hacer nada para merecer su lugar ni su nombre; quiza no haga méritos, pero para ti siempre merecerá tu amor y aceptación, a menos que lo midas conforme a la Ley del Viejo Pacto.
En la genealogía de Jesucristo en Mateo 1 podemos enfocarnos en 3 mujeres que según los requisitos de la Ley, no eran ” merecedoras”: Tamar, Rahab y Ruth.
Tamar engendró gemelos de su suegro Judah, obviamente, fuera del matrimonio, para lo cual se hizo pasar como prostituta. De uno de ellos – Perez, desciende nuestro Señor Jesús. Lee la historia en Genesis 38.
Rahab, una prostituta que ayudó a escapar a los espías judíos, mintiendo, fue la única que sobrevivió la destrucción, junto con toda su familia, cuando Israel tomó Jericó. Su confianza en el Dios de Israel, mucho antes de ayudar a estos espías, le permitió ser partícipe de Sus planes para Israel, recibiendo así el “favor” de participar en el linaje de Jesús. Las paredes de Jericó cayeron, mas su casa quedó en pie, lo cual ha sido confirmado arqueológicamente; esto sucedió en un tiempo en el que el “Favor de Dios” era realmente inmerecido, pues los israelitas que salieron de Egipto nunca abandonaron su mentalidad de esclavos, y el esclavo no puede considerarse “merecedor” de nada, pues no es un ‘hijo’; todo tiene que ganárselo, y en aquel tiempo, el Espírito de “Hijos”, no había sido revelado.
Ruth era una viuda Edomita, descalificada doblemente, no sólo por haber estado casada con un descendiente de Jacob, siendo ella descendientes de Esau, sino porque Dios dijo que ningún Edomita jamás podría entrar en la congregación del Señor . Deut. 23:3 Sin embargo, Ruth confió en ‘el favor’ de Dios, y lo hayó delante de Booz (Ruth 2). De su unión nació Obed, el abuelito del Rey David, de cuyo linaje viene nuestro Señor Jesús, por lo que muchas veces fue llamado “Hijo de David”.
El Apóstol Pablo, un fariseo de la clase más privilegiada, lleno de conocimiento, de virtudes, quien se consideraba “irreprensible”, y merecedor de la bendición de Abraham, consideró todos sus buenos atributos como basura, para poder calificarse apto para recibir la gracia de Dios.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; Filipenses 3:7-9,
Con lo anterior no quiero decir que nunca debemos trabajar ni esforzarnos por merecer nuestro sueldo, ni que aquellos que están llenos de cualidades y virtudes estén descalificados de la Gracia de Dios. Tampoco es necesario deshacernos de nuestras posesiones o títulos universitarios para obtener el favor de Dios, sino que es necesario reconocer que toda cosa buena y todo don perfecto proviene de Dios (Santiago 1:17), para que anhelemos su Gracia por encima de lo mejor de nosotros mismos y para que vivamos sin jactancia. Aquel que viene a Él vacío será llenado de todo lo que le falte, mas aquel que venga a Él lleno de si mismo, Dios no tiene nada que añadirle.
De hecho, muchos hemos oído hablar del 666, el número de la Bestia, mejor conocido como “el anticristo”. Muchos creemos que anticristo es todo aquel que no cree en Dios, o aquel que se convulsiona o se distorciona cuando le muestran la cruz; mas el espíritu de anti-cristo es algo más subliminal. Apocalipsis 13:18 nos dice que éste es “número de hombre”. Mientras que este número, ya sea físico, virtual, digital o figurativo, éste representa una mentalidad basada en el esfuerzo o el desempeño ‘ el toro de oro’, del cual se encargan los gobiernos alrededor nuestro; el hecho de que será llevado”en la mano, o en la frente” nos habla del hombre auto glorificado, dependiendo totalmente de su esfuerzo y desempeño, su inteligencia basada en una mentalidad caída, y su confianza en si mismo, con un total rechazo del regalo de Dios, que es su Gracia.
2 Timoteo 3:5 nos habla de esta generación;
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.“
Dios no dijo anti-Dios, El dijo anti-Cristo. Muchos hablan de Dios desde el púlpito y aún hacen reglas para obtener su favor, sin mencionar al que nos lo dió – Jesucristo. Muchos afirman creer en Jesús, más niegan su deidad, su resurección o la efectividad de su trabajo consumado en la Cruz, negando que fuera suficiente para librarnos de la vida de Adán y ser restaurados en la Vida de Dios. Muchos aún niegan que éste trabajo se haya llevado a cabo. Muchos otros se rehusan a dejar el control al Espíritu Santo en la vida de las ovejas, no aceptando que nuestra transformación es su trabajo. Muchos simplemente tienen al pueblo viviendo bajo la Ley, “el ministerio de muerte,” cuando la palabra nos dice que aquel que quiere agradar a Dios por las obras de la ley se ha caido de la Gracia de Dios. Gal. 5:4
Estos hombres y mujeres no han entendido, o han rechazado el Evangelio de Gracia de Jesucristo. De hecho, hoy en día una buena parte de la iglesia de Cristo ha sido establecida en el humanismo y la superación personal que proclama nuestro propio esfuerzo para nuestra autorealización, y muchos son los que están predicando en contra de la Gracia de Dios, o en contra de aquellos que la predican. Incluso, muchos hablan términos similares a la Gracia, mas lo atribuyen al universo, a la energía, a la física quántica, etc. sin producir los frutos del Espíritu, que sólo surgen al conocer la verdad. Mas es todo por la Gracia de Dios, aún la revelación de la Gracia, el poder creer y el conocer quiénes somos realmente nos es dada por Su Gracia.
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8
Que la Gracia de Dios te sobreabunde.