¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y generosidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? (Rom. 2:4).
Continuando con el tema del arrepentimiento, con la ayuda del Espíritu Santo, hoy te mostraré a alguien que “abandonó toda pretensión de rectitud propia” en el Nuevo Testamento, Pedro, quien lo experimentó genuinamente por la Gracia de Dios.
En Lucas 5 leemos que habiendo Pedro pasado toda una noche sin poder pescar nada, Jesús le dijo que tirara las redes en la parte honda del Lago de Galilea. La pesca fue tan abundante que estuvo a punto de hundir 2 barcas.
Cuando Simón Pedro vio ésto, cayó de rodillas ante Jesús y le dijo: «Señor, ¡apártate de mí, porque soy un pecador!» Lucas 5:8
Pedro reconoció en ese momento su condición, mas no abandonó toda pretensión de rectitud propia. Si has leído los Evangelios, te darás cuenta que era Pedro quien siempre creía tener todas las respuestas y quien presumía de su amor y lealtad por Jesús:
«Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.»…«Aun cuando tenga yo que morir contigo, jamás te negaré.» Mat. 26:33-35;
Fue hasta la noche que lo vemos llorando amargamente, (Mateo 26:75) después de reconocer que había negado 3 veces al mismo Señor a quien le había dicho “¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente!”, cuando por fin Pedro se dio cuenta que sus buenas intenciones no habían sido suficientes. Su llorar fue el momento de su verdad, había traicionado a su Señor, algo que nunca se imaginó que haría.
Más adelante vemos como su “parecer cambió”. Aquel Pedro pronto para hablar, lleno de buenas intenciones y seguro de su propia fuerza, no vuelve a aparecer. Aquí lo vemos por primera vez despojado de toda pretensión de auto-rectitud, cuando Jesucristo, después de haber resucitado, le visitó para preguntarle:
Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? (agapaō – el amor ágape de Dios)
Sí, Señor; tú sabes que te amo (phileō – el amor fraternal entre humanos)
Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
Una segunda vez Jesús le pregunta lo mismo, obteniendo la misma respuesta,
Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me phileō? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me phileō? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te phileō. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Juan 21:15-17
Pedro supo en ese momento que no era su amor o falta de éste lo que lo hizo merecedor del favor y del amor Ágape, perfecto y puro de Jesús, simplemente lo recibió, y en ese momento fue restaurado.
De ahí en adelante, vemos a un Pedro vacío de toda confianza en sí mismo, mas lleno de confianza en el Señor que le amó hasta el final, y con la envestidura del Espíritu Santo, podemos ver a Jesús a través de Pedro, exhortando a sus hermanos a que “cambien de parecer.”
En realidad, no es que el Señor sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Al contrario, es paciente por amor a ustedes. No quiere que nadie sea destruido, quiere que todos se arrepientan. 2 Pedro 3:9
Por el contrario:
Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que Jesús había sido condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos. Les dijo: «He pecado al entregar sangre inocente.» Pero ellos le dijeron: « ¿A nosotros qué nos importa? ¡Allá tú!» Entonces Judas arrojó en el templo las monedas de plata, y después de eso salió y se ahorcó. Mat 27:3-5
Aquí la palabra griega para arrepentirse no es “metanoeō”, sino que es “metamelomai” = remordimiento.
El mismo que lo traicionó testificó que había entregado sangre inocente, mas al contrario de Pedro, Judas no aceptó el perdón de Jesús, él mismo se auto-castigó.
El remordimiento es esa culpabilidad que nos hace castigarnos a nosotros mismos, con algo destructivo que nos gusta hacer, porque satisface nuestra carne, mas esta culpa no nos lleva a “cambiar de parecer”, por lo mismo lo volvemos a hacer. Puede ser comer, beber, ir de compras, manejar a alta velocidad, o cosas mas perversas y violentas que llegan a alcanzar a los demás.
Mucha gente trata de abstenerse de esas cosas por miedo a ser avergonzados en público, pero no son libres, pues no se han arrepentido realmente, no han aceptado estar de acuerdo con lo que Jesús cree acerca de ellos, no han recibido la Gracia de Dios para cambiar de parecer y cuando su fuerza de voluntad se debilita, vuelven a caer en el ciclo.
Este fenómeno se observa en las adicciones de todos tipos, o comportamientos patológicos que la psicología y la criminología estudian. Vemos grupos de adictos tratando de darse fuerza entre sí, muchos sin poder romper el ciclo de culpa/auto-castigo que el remordimiento provoca, consciente o inconscientemente.
La buena noticia es que solo tenemos que venir a la fuente de su Gracia, la Cruz, y enganchar nuestros pensamientos con los de Jesús para poder creer lo que Él cree, declarado en el Evangelio de Gracia, para ser libres de toda culpa y poder ser transformados, al contemplar a Jesús cada día, como nuestro Espejo por su mismo Espíritu Santo
Si tu te auto-castigas de alguna manera, debes saber que Dios te estima como algo precioso, como alguien por quien Dios consideró digno de dar la vida de su Hijo. Eres precioso ante Dios. Cambia de parecer.
Acompáñame mañana y te mostraré el arrepentimiento que Jesús busca.
Shalom.