El Fruto de Creer

Despegamos nuestro  “vuelo 2017” con la Buena Noticia de que la auténtica, genuina y legítima Vida de Dios, la vida “Zoe”, la vida Abundante y Eterna ha sido puesta a nuestro alcance y disposición gratuitamente a través del trabajo consumado de nuestro Señor Jesucristo.

Esta vida se encuentra detallada en los últimos versículos del Capitulo 5 de Gálatas, y de acuerdo al Evangelio de Pablo, ésta es solo “las primicias”, “las arras de nuestra herencia” (Ef. 1:14), es decir,  son un adelanto o  un enganche de lo que viviremos en nuestro cuerpo inmortal, como el de Jesucristo.     El Apóstol Pablo se refiere a estas primicias como “el Fruto del Espíritu” (Curiosamente no dijo “frutos”) y las usa en contraste con las “obras”  de “la carne’, la cual usa como un sinónimo de “La Ley”.  

La importancia de estos frutos, en mi opinión,  ha sido menoscabada al desviar el enfoque hacia las manifestaciones del Espíritu,  o hacia señales y prodigios.  Buscamos que la sanidad, la prosperidad o el milagro que esperamos sea la prueba de nuestra herencia, o que el don de profecía o el de sabiduría sea lo que nos define como “santos y aprobados”;  sin embargo  ¿cómo podríamos estar seguros de tal herencia, que es nuestra inmortalidad,  si no experimentamos estos frutos?

El fruto brota del árbol  en su tiempo sin forzarlo y sin poder evitarlo,  cuando este árbol crece en  condiciones favorables; aun así, no podremos  hacer que el fruto aparezca o madure antes de tiempo; una vez que el fruto brota,  sera el árbol mismo el que lo deje caer, y el arrancarlo antes de tiempo nos impedirá disfrutar del mismo,  pues estará verde.

Mas mucho antes de que el árbol crezca, una semilla tuvo que haber caído en tierra fértil y ser engendrada. En nuestros tiempos, muchos ministros  aplican tal enseñanza para querer engendrar el árbol del “dinero” , mas tal “Ley”  de querer dar para recibir, o querer comprar nuestra bendición no es “bíblica,  pues las Escrituras nos dicen que Jesús es “La semilla” (Gen. 3:15; 22:18; Gal. 3:16). 

Jesús mismo así lo dijo; en su parábola del sembrador (Mat. 13:18-23; Mar. 4:13-20; Lc. 8:11-15), Jesús habló de diferentes tierras  en las cuales cae la semilla, refiriéndose a la Palabra acerca de Él mismo, contenida en el Evangelio. Él es “la palabra hecha Carne” – la Palabra de Dios acerca de Dios y acerca de los humanos, unidos en uno solo – Jesucristo.

Cuando Jesús hablaba de la tierra, se refería al corazón humano, es decir, a nuestras creencias.   De aquí que la tierra fértil es un corazón que “oye y entiende la palabra” y la cree, por consiguiente  descansa en la verdad; el agua se refiere al Espíritu Santo apacentando tu corazón y persuadiéndote a creer.     

Mas La Semilla no se reprodujo  “junto al camino” – entre los que no entienden; ni tampoco al caer “en pedregales” – en medio de aflicciones o persecución;  ni mucho menos entre  “espinos” – las preocupaciones del mundo y el “engaño” de las riquezas,  factores que nos impiden creer y por consiguiente descansar.

Cabe enfatizar aquí que ni las primicias, también llamados “primeros frutos”,  ni la semilla que se siembra y se cosecha, se refieren al dinero;  de hecho, éste es el  mismo engaño del que habla Jesús aquí, enseñanza a través de la cual han sido secuestrados los amados de Jesús y este engaño está basado en “Mammon” (el amor al dinero).  Tanto los primeros frutos, como la semilla, al igual que el diezmo,  se referían a Jesús mismo y a lo que Él haría para que los cielos nos fueran abiertos,  y a lo que Él produciría en tu vida gratuitamente y sin tu esfuerzo o contribución, tan solo con creer Su Palabra de Vida, esto es, a través de  Él mismo viviendo en ti.   

 En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto. Juan 12:24

 Jesús fue la semilla que cayó del cielo a la tierra y que murió para que al ser levantada pudiera producir muchos como Él.  Él es nuestro Árbol de la Vida, al cual tenemos hoy acceso; Él es la verdadera y única semilla  que puede producir fruto abundante; de hecho, nosotros mismos somos su fruto, y su vida surgirá en nosotros como un fruto de creer en su Amor y no de nuestro esfuerzo por imitar Su Vida.  Tu eres el jardín del Señor,  Él es el Jardinero  y no necesita tu ayuda,  fuera de permitir  que “tu tierra”  sea fertilizada con su Evangelio sin adulterar,  a través de tu fe, y que el agua de Su Espíritu te enjuague, refresque  y calme tu sed.     

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad[a],  mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley.  Gal. 5:22

En la parábola del Sembrador, Jesús explica que el fruto sembrado en “buena tierra”  producirá ciento,  sesenta, y  treinta por uno.  Muchos lo han interpretado como que en algunos solo produce el 30, y en otros el 60;  otros lo interpretan como  que es una progresión, mas si fuera una progresión comenzaria con el “treinta por uno”, ¿no lo crees?  ¿Por qué comenzará con el 100%?  

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Shalom y Gracia en Abundancia

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