Continuamente en este sitio encontrarás la palabra “Justicia/Rectitud de Dios”. Mi énfasis en estas palabras como sinónimos se basa en mi antigua percepción equivocada acerca de la Justicia de Dios, que para mi equivalía a “venganza”, “castigo” o “recompensa”; mas al haber conocido la Gracia de Dios, me di cuenta que todo lo que la religión enseña acerca de Dios y de su Justicia está basado en el concepto distorsionado de Dios que el diablo le vendió a la humanidad.
Curiosamente, la misma Real Academia Española define como “justicia original” la “Inocencia y gracia en que Dios crió a nuestros primeros padres”. Esta justicia original le fue cambiada al hombre por una que él mismo diseñaría basado en sus obras, que demandan “premio o castigo”, pues estaban basadas en su propio entendimiento de ‘bien y mal’ que es el juicio de la Ley.
Por tal razón, la justicia que conocemos hoy tiene mas que ver con un sistema legal o judicial de castigos mas que de recompensas, basado en las normas y leyes establecidas por las sociedades y la manera en que estas normas se administran y se imparten, supuestamente “en equidad”, por lo que lo llamamos “Derecho” – derivado de la palabra “recto”, aunque en la práctica no lo es tal. La rectitud por consiguiente, se refiere al carácter o comportamiento de una persona que no se desvía del cumplimiento de tales normas y aunque todos nos desviamos, algunos más que otros, todos pensamos en lo que alguien merece o no merece basados en su “rectitud”, o falta de la misma.
En la Biblia, por el contrario, la palabra Justicia tiene poco que ver con premios, castigos o venganza, mas si tiene todo que ver con equidad, que era el plan de Dios para la humanidad desde el principio – hacer al hombre a “Su semejanza” – esto es, “como Él”, o “en equidad con El”, en inocencia y Gracia, como lo define nuestro diccionario. Ni los ángeles mismos tuvieron ese privilegio, por el contrario, al parecer, Dios los hizo para servirle al hombre y a la mujer que finalmente formó como la manifestación completa y exacta de su imagen y semejanza (ver. Heb. 1:14).
Asimismo, cuando la Biblia habla de “la Justicia de Dios”, tiene mas que ver con la adhesión a un convenio, que con la adhesión a leyes o normas, de manera que aquel que cumplía su parte del convenio era considerado “Justo” y este tipo de justicia, mas que castigo o venganza, traía libertad, victoria y prosperidad
“Abraham creyó y le fue contado por justicia”. Creer fue su parte del convenio y Dios llevó a cabo la suya al enviarnos a Jesús. De hecho, Dios mismo ratifica su Convenio en Jeremías 33, por lo que le llamaríamos “Jehova Tisdkenu” (v. 16) – “El Señor nuestra Justicia/Rectitud” (del hebreo tsĕdaqah, de la raiz tsadaq que significa “Ser hecho justo, limpio, justificado).
Mas entre el Pacto con Abraham y la promesa cumplida, se encuentra “el Viejo Pacto” que fue entre Dios y el pueblo de Israel, en el que los hebreos mostrarían mas su “injusticia” que su justicia; por la Gracia de Dios, el Nuevo Pacto no es mas entre los hombres y Dios, sino entre Dios y su Hijo Jesús. Jesús ha guardado su parte del Convenio y Su rectitud es el primer beneficio de su obediencia que nos ha otorgado al creerle, al igual que Abraham.
Mas bajo el Nuevo Pacto, la palabra Rectitud o Justicia, el griego dikaiosynē , del griego dikaios, tiene mas que ver con equidad, o equitable, “por implicación, inocente, santo”; a la vez, estas palabras provienen de la raíz “dike” que significa “evidente” o demostrado. Toda justicia ha quedado evidente en Jesucristo y Dios nos ha mostrado su Gracia cuando escogió hacerse a semejanza de hombre para restaurarle su inocencia al hombre y ponerlo de nuevo en “equidad con Él” – ¡Ésta es Su Justicia!
Por lo anterior, ya no tenemos que buscar la equidad como el hombre de la Ley lo hacía, basados en la carne, peleando por nuestra igualdad basados en nuestro poder, habilidad o méritos, pues nuestra equidad ya ha sido decretada al haber sido puestos En Cristo. En Cristo, la Nueva Creación ha sido ya sentada junto con Él, no como súbditos sino como co-herederos, como reyes o sacerdotes reales, esto significa “iguales a Él”, ¿O no acaso como Él es, somos nosotros en este mundo? (Ver 1 Juan 4:17).
El no creerlo es un rechazo a su regalo de “justicia” o de Gracia. Mas el creerlo, la equidad que nos ha sido otorgada nos permite un encuentro personal con Él, lo cual es superior a recibir sus órdenes en un edicto y obedecerlas. Su veredicto nos ha acercado ya a Él, nos ha abierto las puertas de su Cámara Real; sin tener que tocar la puerta, podemos entrar y disfrutar lo mejor de su mesa, el mejor de sus vinos, la mejor de sus conversaciones, con risas, música y algarabía y darle a conocer nuestros deseos, intimidades, inquietudes, y aun conocer sus pensamientos, todo en una atmósfera de amor, aceptación, seguridad y confianza.
Vivir bajo el Viejo Pacto nunca nos acercará a Él de esta manera. Éste es el privilegio de los Hijos de Dios, que no tienen los esclavos, ni los siervos, ni aun los invitados especiales, como fue Moises.
Obviamente esta ley no fue un encuentro personal con Dios. Se dispuso por medio de mensajeros angélicos a través de un intermediario, Moisés. Pero si hay un intermediario, como lo hubo en el Sinaí, entonces la gente no está tratando directamente con Dios, ¿verdad? Pero la promesa original es la bendición directa de Dios, recibida por la fe. Gal 3:20. The Message
“¡Con Abraham no hubo intermediarios; sólo fue Dios!
(La ley Mosaica hablaba el lenguaje de ’la mentalidad caída’ y requería mediadores – el sacerdocio levítico – porque era un acuerdo mediante el cual la humanidad tenía una parte y Dios tenía la suya. La parte de la humanidad era obedecer los mandamientos y la parte de Dios era bendecir. El pacto de Dios con Abraham fue un pacto de gracia que apuntaba a Jesucristo hombre, en quien Dios mismo cumpliría la parte de la humanidad y por tanto, no necesitaba mediador además de Él”.
Gal. 3:20 El Espejo
Gracia y Shalom en abundancia.